Indignación y rebeldía
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
Martes 12 de agosto de 2014
Con la promulgación de las leyes secundarias en materia
energética, se cierra un ciclo político que pasará como uno de los momentos de
mayor ignominia de nuestra historia. Los primeros dos años del actual gobierno representan
la mayor regresión política que haya enfrentado nuestro país en más de un
siglo.
Nunca como en este lapso se han reformado los
ordenamientos legales, afectando severamente los principios fundacionales de la
nación mexicana. Los cambios impulsados desde las esferas del poder a lo largo
de más de tres décadas, han desmantelado a la Constitución y al Estado
mexicano, renunciando a la propiedad originaria de la nación sobre su
territorio y, privatizando los bienes y recursos naturales de todos los
mexicanos.
Se ha dado un golpe de Estado legislativo, que rompe con
el pacto social que resultó del Constituyente de 1917, y que permitió, pese al
autoritarismo, la intolerancia e incluso la represión gubernamental, avanzar en
la construcción de espacios de ejercicio democrático.
Se ha impuesto el pensamiento conservador y un modelo
económico que han conducido a la miseria a la mayoría de los mexicanos,
favoreciendo la concentración de la riqueza nacional en una oligarquía que
desprecia la desigualdad en la que vive la mayoría de los mexicanos, así como
los derechos más elementales, que les permitirían vivir con bienestar.
Se ha dado un golpe de mercado a la economía social,
sometiendo a México al culto al mercado. El Estado abdica a la rectoría de la
economía y a sus responsabilidades para velar por el interés general,
imponiendo el interés privado, sobre los asuntos públicos. Se busca diluir al
ser colectivo que nos ha dado identidad como nación, para imponer al yo, por encima del nosotros.
Se ha dado un golpe bajo a todos los mexicanos. Estamos
ante la reconfiguración del poder político y económico en el país; se ha
gestado una coalición conservadora que ha cedido poder y soberanía a las
corporaciones privadas. Esta coalición política, alienta además, la
centralización del poder público en demérito del federalismo, de los estados y
de los municipios.
De nueva cuenta la privatización se nutre del patrimonio
nacional y del despojo de los derechos de los mexicanos. Al eliminar el
carácter estratégico del sector energético y al declarar de interés público y
social la industria de hidrocarburos; cuya actividad será preferente sobre
cualquier otra actividad económica, se profundiza la vulnerabilidad de la
propiedad pública, social y privada, al permitir la expropiación de las tierras
o su ocupación temporal, para el establecimiento de negocios privados.
Las nuevas leyes, reflejan de manera nítida la visión
patrimonialista que ha impuesto el actual gobierno sobre los asuntos públicos.
La nación pierde el dominio sobre el petróleo y la electricidad. Pemex y
CFE dejan de ser organismos públicos propiedad de la nación, para convertirse
en empresas de “propiedad exclusiva del gobierno federal”, transfiriendo las
actividades sustantivas del sector a particulares, quienes decidirán el ritmo
de explotación de los hidrocarburos para maximizar sus ganancias, afectando la
seguridad energética del país.
En este vuelco al pasado y la soberbia desbordada de
quienes han impuesto esta regresión, aflora el pensamiento de la ultraderecha
que haciendo gala de ignorancia e hipocresía, pretende sepultar el pensamiento
de Lázaro Cárdenas; borrar la memoria histórica e imponer un pensamiento único.
Cárdenas está más vivo que nunca. Su pensamiento y visión
de Estado están vigentes. No estamos derrotados, estamos indignados, y esta
indignación alienta nuestra rebeldía y espíritu libertario, y esta rebeldía la
transformaremos en respuesta social en la consulta popular en 2015.
Senador de la República
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