Volver al autoritarismo
Alejandro Encinas Rodrígez
El Universal
Martes, 24 Marzo 2015
El despido arbitrario de Carmen Aristegui del noticiario más
escuchado en la radio nacional, no puede verse de manera aislada. Menos cuando
el Estado mexicano enfrenta una crisis sin precedente.
Se trata no sólo de la pérdida de credibilidad en el conjunto de
las instituciones públicas y de los órganos de representación, sino de la
degradación ética de la vida pública, en la que predomina la corrupción, la
impunidad y el abuso de una autoridad que ha puesto el gobierno al servicio de
los negocios, favoreciendo a empresas –como Higa y OHL- a cambio de prebendas
materializadas en las fastuosas residencias en las Lomas de Chapultepec,
Malinalco e Ixtapan de la Sal.
Son innumerables los hechos que dan cuenta de ello: la violación
recurrente a los derechos humanos y su cruda expresión en la desaparición
forzada de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa; las ejecuciones
extrajudiciales en Tlatlaya, las fosas de San Fernando y Cadereyta, los
feminicidios y agravios a los migrantes centroamericanos. La criminalización de
la protesta social y la persecución a la tribu Yaqui, a los jornaleros
agrícolas en San Quintín o a los pueblos originarios en la Sierra Norte de
Puebla.
A ello se suma el vacío de autoridad y el empoderamiento de la
delincuencia organizada en vastas regiones del país, así como un escenario
económico adverso que, tras la caída de los precios del petróleo, ha colocado al
país al borde de la recesión, lo que profundizará la pobreza y la desigualdad,
mientras la Auditoria Superior de la Federación ha puesto en evidencia la
corrupción en la implementación de la Cruzada Nacional contra el Hambre y la
Asociación Nacional de Banqueros festina que los bancos privatizados se
encuentran en uno de sus mejores momentos.
El despido de Carmen Aristegui se suma a esta lista de agravios y
es muestra de la arrogancia gubernamental a la que poco importa el costo que
deba asumir. El golpe a la periodista viola principios constitucionales
fundamentales: la libertad de expresión y manifestación de las ideas; el
derecho a la información; el derecho de réplica y, destacadamente, el derecho
de la audiencia.
El espectro radioeléctrico es un bien de la Nación. Se trata de un
bien y un servicio de interés público, que se concesiona a particulares para
cumplir con dichos objetivos. Los concesionarios son propietarios sólo de los
equipos con los que operan y obtienen enormes ganancias, pero deben apegarse a
las normas constitucionales y a los términos a partir de los cuales el Estado
les otorga una concesión.
Por ello, el conflicto entre MVS y Aristegui no es un litigio
entre particulares. El Estado está obligado a garantizar los principios
constitucionales que he señalado, en especial, el derecho de las audiencias que
exigen la permanencia de un noticiario que alcanza el 50 por ciento de los
radioescuchas.
Estamos ante el peor escenario que el país haya enfrentado en
décadas. Un Estado en crisis, entregado a los intereses de los consorcios
trasnacionales y subordinado a los poderes fácticos que imponen su agenda, cuya
debilidad y ambición por mantenerse el poder lo inducen hacia una salida
autoritaria a la crisis que enfrenta.
El Ejecutivo Federal ha asumido como una afrenta política y
personal la denuncia sobre la Casa Blanca y los beneficios obtenidos por un
puñado de empresas desde la gestión del actual Presidente como gobernador del
Estado de México, y ha decido dar un escarmiento. Permitirlo representaría
además de una grave regresión democrática, volver a un pasado donde una
autoridad sin escrúpulos se impone a la sociedad a través de los medios al
alcance del Estado. Es nuestra responsabilidad impedirlo.
Senador de la República
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