DESPOJO
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
17 de junio de 2014
En un entorno atropellado por el desaseo legislativo se han venido
procesando las leyes reglamentarias en materia energética. Al igual que en la
reforma constitucional que desmanteló el pacto fundacional de nuestro país y el
principio de la propiedad originaria de la nación sobre los recursos del
subsuelo, se somete a remate a nuestro país.
Durante décadas, los gobiernos del PRI y del PAN impulsaron un
deliberado desmantelamiento de PEMEX y de la CFE, así como una campaña de
comunicación orientada a desacreditar a estas empresas, como ineficientes y
poco rentables, en las que predomina la corrupción, la que no es privativa de
sus sindicatos, sino principalmente de funcionarios públicos encabezados por el
presidente en turno.
Esta campaña ha insistido en que para modernizar al sector se
requiere de la asociación con particulares, ya que no se cuenta con la
tecnología ni los recursos necesarios para garantizar la seguridad
energética ni el suministro oportuno de energéticos, cuando en realidad lo que se
pretende es despojar de sus recursos naturales a la nación, pues estas leyes no
aseguran el suministro suficiente ni la creación de empleos o la disminución de
sus precios.
Por el contrario, Pemex y CFE se reducen a su mínima expresión, lo
que traerá consigo despidos y afectaciones sustanciales a millones de
mexicanos, pues las nuevas leyes incurren en graves violaciones al derecho a la
propiedad, al permitir su expropiación en beneficio de intereses privados.
La Ley de Hidrocarburos señala que las concesiones mineras podrán
ampliarse para la exploración y extracción de hidrocarburos sin que se
requiera un proceso de licitación, y el contrato se podrá adjudicar
directamente a sus titulares que hoy concentran más del 25% del territorio
nacional.
Se declara de utilidad pública la industria de hidrocarburos, la
que tendrá preferencia sobre cualquier otra que implique el aprovechamiento de
la superficie o del subsuelo, permitiendo la expropiación de terrenos o su
ocupación superficial por encima de la actividad agrícola, poniendo en riesgo
además asentamientos humanos, reservas naturales y zonas arqueológicas.
Para garantizar estos negocios, se obliga a los estados y
municipios a establecer procedimientos que garanticen el otorgamiento de los
permisos y autorizaciones, independientemente de los usos del suelo o los
planes de ordenamiento ecológico y territorial.
Se establecen las contraprestaciones que pueden ofrecer los
inversionistas a los propietarios de las tierras para la adquisición,
uso, goce o afectación de los terrenos, bienes y derechos necesarios para
realizar la extracción y exploración: arrendamiento, servidumbre voluntaria,
ocupación superficial, compra-venta, permuta u ofertando empleo al titular y
sus familias en las empresas que ocuparán su propiedad, siempre y cuando sea
proporcional a las necesidades del asignatario o del contratista, convirtiendo
a los dueños de la tierra, en peones de las trasnacionales en su propia tierra,
sin recibir beneficio alguno de la renta petrolera que obtendrán los grandes
consorcios.
Se estipula que, en caso de no existir acuerdo entre las partes,
transcurridos 180 días naturales, el asignatario-contratista podrá promover
ante un juez de distrito o un tribunal agrario, la servidumbre legal de
hidrocarburos o podrá solicitar al Indabin su mediación. Si no hay acuerdo, la
Secretaría de Energía, propondrá al Ejecutivo federal la constitución de una
servidumbre de hidrocarburos o la expropiación de terrenos.
Estas leyes avasallan a la nación, desmiembra la responsabilidad
social del Estado, subordina el interés público al privado. Avasalla a los
estados y municipios, a los que conculca su facultad para ordenar su
territorio. Avasalla al campo, pues a la pobreza, el abandono, a la presencia
del crimen organizado, el surgimiento de guardias blancas, al narcotráfico, la
trata y tráfico de personas, el abuso contra migrantes y la violación de
derechos humanos, se suma el despojo de las tierras.
Senador de la República
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