Aeropuerto: negocios y poder
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
21 de abril de 2015
Tras
la denuncia de las canonjías obtenidas por funcionarios del más alto nivel, de
consorcios que han obtenido cuantiosos contratos para la construcción de
infraestructura pública, la maquinaria gubernamental ha venido tejiendo una
cortina de humo en torno al gran negocio que representa el nuevo
aeropuerto de la Ciudad de México.
Nadie
niega la necesidad de un nuevo aeropuerto que permita alentar el desarrollo de
la región centro del país. Sin embargo, tanto especialistas como las
poblaciones afectadas han cuestionado seriamente la viabilidad de este proyecto
que representa:
Un
error de planeación del desarrollo, ya que una inversión de 169 mil millones de
pesos en otras regiones permitiría detonar nuevos polos de desarrollo
económico, de los cuales el 85% se destinarán a evitar que las nuevas
instalaciones aeroportuarias se hundan o inunden, ya que las características
del suelo no son aptas para este tipo de infraestructura.
Un
error de diseño urbano que tendrá impactos negativos tanto sociales como en el
territorio, alentando una mayor concentración demográfica en la megalópolis del
centro país -la cual ha sobrepasado la capacidad de carga de sus ecosistemas-.
Para 2020 se estima que esta región albergue más de la tercera parte de la
población nacional, lo que se acompañará de un nuevo fenómeno: la gentrificación, el desplazamiento
de la población de menores recursos, desintegrando a las comunidades
originarias.
Un
error de planeación económica y derroche de recursos públicos, ya que además
del cierre del aeropuerto Benito Juárez, se convertirá en infraestructura
ociosa o subutilizada el sistema de aeropuertos que integran los de Querétaro;
Toluca; Cuernavaca y Puebla, y los aeródromos de Pachuca y Atizapán de
Zaragoza. S inutilizará además la base militar de Santa Lucia, que al ser
incompatible con las rutas de vuelo del nuevo aeropuerto obligará a que la
tercera pista se destine a la fuerza aérea, con lo que la capacidad instalada
en la primera fase será similar a la actual, echando por la borda 50 años de
inversiones en el Plan Lago de Texcoco -cancelando el Lago Nabor Carrillo al
que se pretende convertir en laguna de regulación-, más de 2 mil 400 millones
de pesos que se destinaron al proyecto Tizayuca; así como las inversiones en la
Terminal 2, y en la absurda construcción del nuevo hangar presidencial, el cual
sería inmediatamente demolido.
Un
error ambiental que acabará con el último reducto de la zona lacustre de la
Cuenca de México, afectando severamente a la flora y fauna endémicas, así como
los flujos de aves migratorias y el valioso patrimonio arqueológico que ahí se
encuentra. Además la urbanización del lago consolidará una isla de calor que
actualmente ha incrementado en 2ºC su temperatura promedio, y con ello la caída
en los niveles de humedad en la región, una mayor contaminación atmosférica y
la depredación de áreas de cultivo. A lo que se suma su ubicación en una zona
de riesgos sísmicos y volcánicos.
Un
error al no haber consultado a la población afectada, a la que se ha engañado
con la compra de terrenos para reserva ecológica, modificando posteriormente su
estatus legal para permitir su urbanización, encubriendo el juego de intereses,
negocios y poder detrás del proyecto, como representa la incorporación de
Alfredo del Mazo, Aarón Dychter y Alfredo Elías Ayub (yerno de Slim), a Parsons
International, empresa a la que se adjudicó directamente la supervisión
de la obra. Es público el nexo político de Alfredo del Mazo con Peña Nieto,
como también que Dychter y Elías Ayub formaron parte del comité que seleccionó
el proyecto arquitectónico adjudicado a Foster & Partners y a Fernando
Romero Enterprises (también yerno de Slim). La cortina de humo se convertirá en
una densa neblina que impedirá el despegue de dicho proyecto.
Senador
de la República
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