Preponderancia y privacidad
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
martes 01 de Julio 2014
La difusión de la llamada telefónica que presenta a la diputada
Purificación Carpinteyro proponiendo negocios a un particular ante la inminente
aprobación de las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones, ha puesto
en evidencia -una vez más- la prevalencia de dos prácticas por igual
deleznables.
Por un lado, la impunidad con que se intervienen de manera ilegal
las llamadas telefónicas, lo mismo por el Estado con fines políticos, que el
espionaje industrial, entre particulares o el de delincuentes para extorsionar,
lo que demuestra cómo el espionaje y la invasión a la privacidad de los
ciudadanos se ha generalizado.
Por otro, la corrupción y el patrimonialismo con el que se ejerce
la función pública en el país, donde funcionarios o representantes populares
asumen el manejo de los recursos públicos o los espacios de representación en
beneficio propio.
Por ello el dictamen de estas leyes, como debería corresponder a
todo proceso legislativo, debe ser público, transparente, de cara a la nación,
dejando de lado las negociaciones extraparlamentarias, en las que lo mismo
participan las direcciones de los partidos, que algunos grupos parlamentarios,
legisladores en lo individual y los consorcios que detentan los monopolios en
la televisión, la radio y las telecomunicaciones, quienes son los factores
reales en esta negociación.
Este debate debe atender tres asuntos fundamentales:
Garantizar el ejercicio pleno de los derechos de los ciudadanos.
El derecho a la información, a la libertad de expresión y a la no censura; el
derecho de los usuarios a servicios de calidad bajo tarifas justas; el de las
audiencias para acceder a una oferta que permita elegir entre distintas
opciones de comunicación que reconozcan la pluralidad cultural, étnica y
política de nuestra sociedad, que inculquen valores cívicos de convivencia,
tolerancia, democracia y no discriminación; el derecho de réplica; el de las
personas con capacidades diferentes; la objeción de conciencia de los
comunicadores; los derechos laborales de los trabajadores del sector que serán
afectados por esta reforma, y en particular el derecho a la privacidad de los
ciudadanos en sus comunicaciones telefónicas, en la red o bajo cualquier
modalidad.
Garantizar la democratización de los medios, la competencia
efectiva entre éstos y ampliar la oferta a los ciudadanos, eliminando los
privilegios que detentan los monopolios en radiodifusión y telecomunicaciones.
Para que la competencia sea realmente efectiva es necesario que el criterio de
preponderancia se defina por la prestación de servicios y no por sector,
entendiendo que éste es un asunto del interés público que no puede resolver el
mercado, por lo que el Estado debe cumplir su papel regulador permitiendo el
desarrollo de los medios públicos, sociales, comunitarios e indígenas, los que
deben constituirse en una alternativa real a los medios comerciales, gozando de
igualdad en el acceso al espectro radioeléctrico, autonomía, independencia
editorial y recursos suficientes, y
Fortalecer la autonomía del Instituto Federal de
Telecomunicaciones. Que éste sea un verdadero órgano constitucional autónomo,
que regule a los medios, vigile contenidos y de certeza al ejercicio de los
derechos de los ciudadanos, eliminando toda injerencia del Gobierno federal.
Las nuevas leyes deben dar paso a un sistema de medios de
comunicación abierto, plural y democrático, que rompa con el monopolio y
manipulación que prevalece sobre la opinión pública, para que los mexicanos
puedan acceder a la información necesaria para participar en los asuntos públicos.
Senador de la República
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