Cárdenas debe presidir el PRD
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
Martes 25 de Febrero 2014
Hace veinticinco años fundamos el Partido de la Revolución
Democrática. Un partido que reivindicaba principios éticos fundamentales para
cambiar el régimen y las formas de hacer política reivindicando las conquistas
sociales de nuestro pueblo.
En este período a la izquierda mexicana se le despojó en tres
ocasiones de la Presidencia de la República. Pese a ello y a los fraudes
electorales, ha logrado gobernar la capital de la República, diversas entidades
del país y cientos de municipios. Lamentablemente, tras décadas de procesos
unitarios y en el marco del regreso del PRI y de la conformación de una
coalición conservadora de derecha, la izquierda se encuentra dividida e inmersa
en una profunda crisis.
Hemos dilapidado el capital político construido a lo largo
de treinta y cinco años, que le permitió a la izquierda constituirse en una
alternativa nacional viable para millones de mexicanos, y que alcanzó su mayor
fuerza en las movilizaciones tras el fraude electoral de 1988, el desafuero de
López Obrador, el despojo de la triunfo por la Presidencia de la República en
las elecciones de 2006 y en los 16 millones de votos obtenidos en las
elecciones de 2012.
Es momento de hacer un alto en el camino y una reflexión
autocrítica que permita recuperar nuestra identidad política y la vocación
unitaria que nos fortaleció, retomando nuestros nexos con la sociedad a fin de
superar el creciente distanciamiento de ésta.
En urgente rescatar los activos más importantes de la izquierda,
las experiencias exitosas de sus gobiernos; sus liderazgos y vínculos con la
academia y la cultura. Rescatar su vocación de poder, construir una nueva
plataforma que permita avanzar en la organización de redes y estructuras
orgánicas que permitan desplegar la iniciativa social y la resistencia,
con autonomía del poder político.
Hoy menos que nunca podemos renunciar a nuestro ideario y a
nuestro espíritu de lucha. La izquierda no puede mantenerse en la
mediocridad y alentar el conformismo. Es preciso romper las ambiciones que la
han fragmentado, para enfrentar el proyecto antinacional que pretende
instaurarse.
El gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto representa un
proyecto construido durante años con base en una red de intereses, complicidades
y negocios al amparo del poder público, que ha hecho de la corrupción, el
clientelismo, la cooptación de disidentes y la simulación, prácticas
cotidianas. Hoy esas prácticas han penetrado en grupos importantes de la
izquierda y en especial del PRD, arrastrándonos a una profunda crisis de
credibilidad.
Tres valores fundamentales deben articular nuestra acción: ética,
congruencia y lealtad con las causas sociales. Es hora de acabar con el doble
lenguaje y la simulación para superar la regresión política que vive el país y
hacer que la izquierda sea una organización determinante en los cambios que
exige la nación.
Se requiere un cambio radical. Romper las inercias que han
conculcado la vida democrática del partido, renunciar a los privilegios y
acomodos de los grupos que frenan el desarrollo del partido, rescatar los
valores y principios fundacionales del PRD y emprender una gran rebelión desde
la base para defender el proyecto democrático que nos dio origen.
Como lo ha acreditado durante los últimos meses, la autoridad
ética y política, así como la capacidad de convocatoria del Ing. Cárdenas ha
permitido rearticular a la militancia perredista, retomar el proceso de la
unidad de las izquierdas y restablecer el encuentro con los movimientos
sociales. No se pretende descalificar la legítima aspiración de quienes se han
postulado para dirigir nuestro partido ni de plantear una demagógica
candidatura de unidad.
El asunto es más complejo. El reto que enfrentamos rebasa la
adversidad de la actual coyuntura, requiere de la unidad de las izquierdas y de
una estrategia a largo plazo para que esta corriente del pensamiento vuelva a
ser una opción verosímil para instrumentar los cambios que México necesita.
Cuauhtémoc Cárdenas es hoy el dirigente capaz para encabezar un reto de tal
magnitud y naturaleza.
Senador de la República
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