¿Milicias
rurales?
Alejandro
Encinas Rodríguez
El
Universal
11
de febrero de 2014
Difícil,
complicada en extremo, es la situación que se vive en diversas entidades del
país, en particular en el estado de Michoacán.
La
suscripción del convenio de colaboración entre el gobierno federal y el local,
ha derivado en el nombramiento de un Comisionado Especial para la Seguridad y
Desarrollo Integral de Michoacán. Un poderoso comisionado, que junto con
representantes del gabinete federal y la derrama de 45 mil 500 millones de
pesos, han desplazado de facto los poderes locales para “abatir al crimen
organizado”.
Se trata de
una respuesta tardía frente a la ingobernabilidad en la entidad, el
control de amplias regiones del estado por la delincuencia organizada, la
ausencia de autoridad en todos sus órdenes y el fracaso del Programa Nacional
de Prevención del Delito que excluyó a los municipios de Michoacán donde
surgieron los grupos de autodefensa, pues como denunció México Evalúa, el
gobierno de Peña Nieto no consideró a la región de “Tierra Caliente” para ser
beneficiada por una bolsa de 2 mil 500 millones de pesos para inversión en
proyectos de rescate social, y que ahora, con gran demora, el Subsecretario de
Prevención y Participación Ciudadana, Roberto Campa, ha anunciado un programa
especial para atender 29 municipios de esta región en la que Sedesol invertirá
además 3 mil millones de pesos.
Nadie puede
negar la necesidad de canalizar un importante volumen de recursos a Michoacán,
como también a otras regiones del país, para atender el flagelo de la pobreza y
la inseguridad anidada en torno a ella.
Pero la
reconstrucción del tejido social desintegrado a lo largo de varias décadas y el
restablecimiento de una autoridad con un mínimo de credibilidad, va a requerir,
más que dinero, infraestructura y sofocar a los cárteles delictivos, el
involucramiento pleno de las y los michoacanos en todas las esferas de los
asuntos públicos, respetando sus formas de organización y el ámbito de su
gestión. Por ejemplo: reconocer a los grupos de autodefensa como legítimos
representantes de las comunidades.
Sin embargo,
la decisión de registrarlos bajo la figura de Cuerpos de Defensa Rurales,
tiene implicaciones que afectarán su legitimidad y en particular su
representatividad ante la comunidad, ya que conforme a la ley vigente y
su reglamento, los Cuerpos de Defensa Rural, se sujetan al fuero y a la
disciplina militar, ya que “el mando supremo de los Cuerpos de Defensas Rurales
corresponde al Presidente de la República, quien lo ejercerá por sí o por conducto
del Secretario de la Defensa Nacional” y se someterán –sin percibir ningún
emolumento– a las reglas de las fuerzas armadas para su organización,
adiestramiento y operaciones, y podrán ser disueltas cuando la autoridad
militar lo juzgue conveniente.
Las Defensas
Rurales cooperarán en “auxiliar a las tropas como guías, exploradores y
estafetas en la persecución, captura y consignación de trastornadores del orden
y seguridad pública”.
Además,
cuando algún autodefensa cometa alguna falta se someterá a un Consejo de Honor
que podrá amonestar, destituir o dar de baja al defensa rural, consignando
cuando resulte la comisión de un delito a las autoridades competentes del fuero
de guerra, federal o común.
Ahí la
inconveniencia de adoptar una medida que mine la naturaleza autogestiva y
comunitaria de las autodefensas, lo que puede crear mayores problemas, como
sucedió en Colombia, cuando las Autodefensas Unidas de Colombia creadas
en 1999 por políticos, militares y empresarios para combatir a las FARC,
se transformaron en cuerpos paramilitares vinculados a la comisión de delitos y
al control del territorio donde operaban.
(Senador de
la República)
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