2015: un año para
no olvidar
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
29 diciembre 2015
Concluye el año y aún nos faltan los 43 estudiantes
normalistas de Ayotzinapa. La “verdad histórica” presentada por la Procuraduría
General de la República se ha desmoronado: cámaras sin funcionar, matrículas de
las patrullas alteradas, presencia de policías federales y de elementos de las
fuerzas armadas, pruebas sembradas, indicios de tortura a testigos, una
incineración puesta en duda ante la evidencia de lluvias e imágenes satelitales
que no registraron incendio alguno.
Continúan sin castigo los responsables de las
ejecuciones extrajudiciales en Tlatlaya, así como el esclarecimiento de las
decenas de miles de homicidios y desapariciones forzadas cometidos a lo largo y
ancho del país. Quedan sin aclarar la identidad y las muertes de las personas
encontradas en San Fernando, Tamaulipas y en Cadreyta, Nuevo León, así como las
decenas de fosas clandestinas que han convertido a México en un cementerio de
impunidad.
La corrupción asociada a los negocios en el
ejercicio del poder y al tráfico de influencias se toleran y encubren. Lo mismo
el goce de vacaciones pagadas a funcionarios por contratistas del gobierno, que
los vinculados a la Casa Blanca y a la residencia en el Club de Golf en
Malinalco, o los delitos cometidos por gobernantes sin escrúpulos que medran
con el erario público o por políticos que incurren en delitos electorales a
quienes se pretende victimizar cuando excepcionalmente la autoridad les finca
responsabilidad legal.
Impunidad. Es el signo que marca el 2015 y que se
sintetiza lastimosamente en la fuga de Joaquín Guzmán Loera, la cual ha puesto
al descubierto el nivel de empoderamiento de la delincuencia organizada, su
capacidad logística y corruptora para penetrar en todos los órdenes de gobierno
y en los asuntos públicos, así como la fragilidad de instituciones disminuidas,
incluidas las de inteligencia y seguridad del Estado.
La bonanza que traerían consigo las llamadas
reformas estructurales, se han convertido en falsas ilusiones, las inversiones
no llegan, el empleo y los salarios se precarizan, el peso se abate frente al
dólar, la mezcla del petróleo mexicano se desploma por debajo de los 36
dólares por barril, mientras que las gasolineras de Pemex en los Estados Unidos
venden más barato el combustible que en nuestro país.
La clase política se mantiene ausente e indiferente
frente a esta situación. Poco o nada parece preocupar a Enrique Peña Nieto, que
dos de cada tres mexicanos (65%) rechacen su gestión, como tampoco parece ser
del interés de las partidocracias que los partidos políticos y las cámaras de
senadores y diputados, sean las instituciones peor calificadas en la
valoración ciudadana sobre su desempeño.
Ausente, la clase política se mantiene inmersa en
su pequeño mundo del poder y del pragmatismo, donde la disputa política se
mantiene al margen del interés popular e impone un juego de las simulaciones,
donde a su real y saber entender, en la modernidad no hay confrontación ni
diferenciación política que no se pueda superar con un pacto por contradictorio
que sea.
Este pragmatismo ha conducido al desencanto
–desafección dicen algunos- con la democracia. La política partidaria no sólo
resulta onerosa y está amalgamada de privilegios, sino se ha convertido en un
juego grotesco: en las cámaras, quienes se alían para sostener a ultranza un
proyecto ideológico que los une, rompen en los procesos electorales para
construir alianzas entre contrarios. Es de tal magnitud la incongruencia que
hay partidos que renuncian a aspectos básicos de sus plataformas políticas a
fin de lograr alianzas electorales y postulan como candidatos a quienes fueron
sus verdugos.
2015 no fue un buen año, los acontecimiento que se
registraron a lo largo de éste dejan lecciones que no pueden ser olvidadas, de
ello tendrá que encargarse una ciudadanía que debe hacer política y asumir en
sus manos los asuntos públicos del país dejando atrás el olvido y la
indiferencia. (Senador de la República)
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