Fin de sexenio
El Universal
Alejandro Encinas Rodríguez
Martes, 01 Diciembre 2015
Se cumple el tercer año de gobierno y el sexenio prácticamente ha
concluido.
Para quienes viven en el ensueño del pasado, cuando la segunda
mitad de la gestión representaba el momento de mayor fortaleza del presidente
en turno y el momento de consolidar las acciones y obras gubernamentales, ven
con preocupación y añoranza, cómo las calificaciones de Enrique Peña Nieto
registran los niveles más bajos en la percepción de los ciudadanos, desde que
se realizan encuestas de opinión, al tiempo que todos los indicadores de
gobernabilidad ratifican esa desaprobación.
No he de detenerme en ello hoy, basta con referir que la violencia
continúa al alza, los homicidios cometidos a octubre del presente año, suman 52
mil 910, que representan el 75 por ciento de los cometidos en los seis años de
la administración de Felipe Calderón, y que la peor de las violencias, la
pobreza y la desigualdad, han sumado a mas de dos millones de mexicanos a sus
filas.
Ello ha generado inquietud en el núcleo gobernante, el que lejos
de asumir sus yerros y rectificar el rumbo, recurre, ante su propia debilidad,
al endurecimiento y el discurso autoritario. Ahí están las declaraciones del
secretario de Gobernación durante la firma del convenio de mando y policía
únicos en Michoacán amagando a los gobernadores que no suscriban dicho convenio
con que no contarán con los recursos y el apoyo del gobierno federal (cuando
los recursos son de la federación no del gobierno federal y cuando el combate a
los delitos federales le corresponden, o las declaraciones recurrentes del
Secretario de Educación Pública, quien afirma que cuenta con los elementos de
seguridad pública suficientes para garantizar la evaluación educativa, cuando
se va a evaluar a los maestros no a la policía.
La debilidad del Presidente ha adelantado la sucesión y con ello
la manifestación abierta de distintos actores políticos respecto a su interés
para contender por la Presidencia de la República, la cual ha alcanzado también
a los miembros del gabinete y a algunos gobernadores del partido oficial, lo
que profundizará sus contradicciones y desarticulación y con ello, la falta de
resultados.
Esta debilidad ha traído consigo también la tentación para adoptar
medidas regresivas al desarrollo democrático del país. El gobierno de Peña
Nieto muestra un verdadero pavor por la democracia, como lo demuestran los
intentos por limitar las candidaturas independientes en varios estados, que la
Corte afortunadamente ha atajado; el intento por limitar los derechos y libertades
políticas de quienes se posicionan hacia la candidatura presidencial, alegando
actos anticipados de campaña, uso indebido de recursos públicos o
sobreexposición en los medios aprovechando un supuesto vacio en la ley,
ocultando el derroche desproporcionado de recursos en la propaganda del
Ejecutivo Federal, quien tan sólo en 2014 gastó 7 mil 52 millones de pesos en
su promoción, lo que contrasta con los 120.9 millones de pesos que recibió
Morena este año para financiar el conjunto de sus actividades; y finalmente,
bajo la mascarada de un discurso de austeridad y la indignación ciudadana ante
el desacredito de las instituciones públicas, se pretende disminuir el número
de diputados y senadores, y con ello regresar a los tiempo de la
sobrerrepresentación y la clausula de gobernabilidad.
Al llegar a la segunda mitad de su mandato, Peña Nieto se
encuentra desgastado, con un bajo índice de credibilidad y sin claridad en la
conducción del país, alimentando la tentación de mantener su gestión a partir
de actos de autoridad más no de la legitimidad que solo puede brindar la
atención de las aspiraciones y causas de los gobernados.
(Senador de la República)
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