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"Estamos en una crisis humanitaria que deriva de la ausencia del Estado":

Alejandro Encinas Rodríguez

Venimos de lejos

Dtto 30

Constituyente

Senador

20 años no es nada

Artículo de Alejandro Encinas publicado en el diario El Universal el 9 de mayo de 2009


Con el “Llamamiento al pueblo de México” emitido el 21 de octubre de 1988 para construir el PRD, se encauzaba la inconformidad popular tras el fraude electoral que ese año llevó a la Presidencia de la República a Salinas de Gortari.

El “Llamamiento” es un documento fundacional con plena vigencia. En éste se sostenía que “si los poderes del continuismo han resuelto pasar por encima de la legitimidad republicana, es nuestra responsabilidad… luchar por establecer la vigencia de la Constitución y el respeto a las leyes”, para lo que se “requiere que formemos una organización que sea la expresión política del cambio social y cultural… un partido nuevo que en alianza con otros partidos y organizaciones… sea expresión de la pluralidad y de la inmensa masa ciudadana todavía no organizada”. Que “sea un instrumento de la sociedad, y no tan sólo de sus miembros o dirigentes”. Lo que se tendrá que dar “en sus normas democráticas, en su vida interna, en la transparencia de sus recursos, en la autonomía de sus componentes regionales, en la libertad de tendencias y corrientes en su seno, en la unidad y en el respeto a las decisiones colectivas y, sobre todo, en la conducta personal de cada uno de sus miembros”.

A partir de ese momento inició una intensa labor de organización en todo el país para cumplir con los requisitos de ley para alcanzar el registro, el cual fue negado por el salinismo, lo que condujo a una alianza no deseada necesariamente por el cardenismo con la izquierda partidaria y a la disolución del Partido Mexicano Socialista, entregando su registro al nuevo partido.

Nadie puede negar la importancia de Cuauhtémoc Cárdenas en este proceso y en los cambios democráticos en el México de finales del siglo XX. El liderazgo de Cárdenas fue el factor de unidad entre el nacionalismo revolucionario, las izquierdas y un sinnúmero de ciudadanos ajenos a la militancia partidaria. Pero al mismo tiempo impuso una modalidad de dirección política regida en torno a su figura, sin contrapesos, que marcaría en adelante las formas de conducción del partido y el realineamiento de las corrientes en función de su cercanía al líder.

En sus inicios el PRD enfrentó una virulenta reacción del Estado que, junto a una campaña mediática que lo estigmatizó como un partido radical, acabó con la vida de alrededor de 600 de sus miembros. Sin embargo, el PRD no sólo se sobrepuso a la represión, sino que se convirtió en una fuerza nacional, alcanzando, una década después, triunfos importantes, al ganar el gobierno de la ciudad de México y de otras entidades del país.

La historia del PRD es de claroscuros. La de la conformación del principal partido político de la izquierda mexicana, que es un referente para millones de mexicanos y que enfrenta a la vez una escabrosa vida interna. Un partido al que le fue arrebatada nuevamente la Presidencia de la República en 2006, que es incapaz de capitalizar su arsenal político acumulado. Un partido al que la búsqueda de votos lo ha conducido a alianzas pragmáticas y a la creación de estructuras paralelas, como las Brigadas del Sol, que si bien realizaron una exitosa promoción del voto también dieron lugar a uno de los principales errores en la organización: la remuneración a los promotores del voto y representantes de casilla, dando al traste con la militancia partidaria, para dar paso a una militancia corporativa, que ha llevado a que el partido se convierta en forma de vida para muchos de sus miembros.

Veinte años después este modelo de partido se ha agotado. Insistir en él mantendría el pragmatismo y la corrupción que de manera consustancial acompañan al corporativismo. Es necesario recuperar el espíritu democrático que lo fundó; confirmarse como un partido democrático, con independencia y autonomía. Un partido que confronte los abusos del poder; cuya prioridad sea la democratización de la sociedad y de las instituciones del Estado; que defienda la dignidad del individuo; promueva la igualdad, la libertad y la solidaridad como valores rectores de la vida ciudadana, el reconocimiento a la diversidad y el respeto a la naturaleza. Un partido que se asuma como un instrumento al servicio de las transformaciones sociales.

Nuestros adversarios apuestan al colapso de un sol eclipsado por sus conflictos; sin embargo, pese a nuestras diferencias, veo con optimismo el futuro del proyecto que nació el 5 de mayo de 1989, pues como dice el tango de Gardel: “Y aunque el olvido que todo destruye haya matado mi vieja ilusión, guardo escondida una esperanza humilde que es toda la fortuna de mi corazón”.



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