La electocracia
Alejandro Encinas
Rodríguez
El Universal
17 de abril de 2018
Las
reformas electorales, lejos de consolidar una vida democrática, han
sobrerregulado los procesos electorales y se ha venido conformado una
aristocracia electoral que se reparte los puestos.
Cómo
estarán las cosas que, ante la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación que le otorgó de manera directa el registro a Jaime Rodríguez
Calderón como candidato a la Presidencia de la República, el Instituto Nacional
Electoral se ha visto obligado a presentar una denuncia ante la Fiscalía
Especializada para la Atención de Delitos Electorales contra el amante
candidato independiente, por la presunción de la comisión de diversos delitos
durante la recolección de firmas para obtener su registro.
De
acuerdo con el INE, entre octubre de 2017 y febrero de 2018, Rodríguez Calderón
presentó un total de 2 millones 34 mil 403 apoyos, de los cuales 810 mil 995 le
fueron descartados por distintas razones: 266 mil 357 por inconsistencias; 11
mil 748 porque no aparecen en la lista nominal de electores; 15 mil 938 por
bajas en el listado, incluyendo a 7 mil 44 personas que habían fallecido; 7 mil
78 cuya credencial ya no estaba vigente al tener más de 10 años de antigüedad,
más 6 mil 630 que no fueron encontrados ni en el listado nominal ni en el
padrón electoral.
El
INE señaló que 158 mil 532 apoyos caían en “simulación de credencial para
votar”: cartoncillos, plantillas con forma pretendida de credencial donde se
vaciaban datos genuinos de ciudadanos. Además 205 mil 721 se presentaron en
fotocopias y 23 mil 644 apoyos se presentaron en documentos considerados no
válidos, como tarjetas de descuento y licencias de manejo. Registrando además
nombres que nunca han estado registrados en el Padrón Electoral, así como 266
mil duplicados con el mismo nombre y misma clave de elector.
No
se necesita ser jurisconsulto para identificar que de esto se desprende la
comisión de distintos delitos electorales, así como una violación flagrante a
la legislación en materia de protección de datos personales que el Tribunal
Electoral no solo pasó por alto, sino que convalidó bajo un absurdo supuestamente
garantista, evidenciando cómo el órgano encargado de garantizar la legalidad
del proceso electoral se convirtió en su principal trasgresor.
La
denuncia del INE contra Rodríguez Calderón cristaliza el litigio existente
entre las autoridades responsables de organizar el proceso electoral y de
garantizar su legalidad, bajo los principios de equidad e imparcialidad,
profundizando la crisis de legitimidad y credibilidad de la autoridad
electoral.
Vivimos
en un país de muchas leyes que no se respetan. A lo largo de cuatro décadas se
han realizado sinnúmero de reformas electorales que, lejos de consolidar una
vida democrática, han sobre regulado los procesos electorales sin garantizar la
efectividad del sufragio y se ha venido conformado una aristocracia electoral
que se reparte los puestos entre sí o que busca pasar a formar parte de otros
órganos autónomos y que se han convertido en correas de transmisión de los
partidos que los designa, o del titular del poderes ejecutivo o de los
gobernadores de los estados.
Para
ser parte de esta electocracia y para paliar el desprestigio en que se
encuentran los órganos electorales, se requiere ser “experto” en derecho electoral,
presentar ensayos por escrito, someterse a entrevistas, cabildear con los
legisladores, promoverse ante los medios de comunicación, sin considerar,
necesariamente, el valor fundamental: la honestidad de una persona ni
estableciendo los instrumentos legales para evitar convertir estos
procedimientos en una simulación que conduce a la subordinación de los
investidos.
Es
el caso del Tribunal Electoral, donde los magistrados que lo integran aspiran a
formar parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cargo que emana de
la propuesta del Ejecutivo federal al Senado de la República, lo que genera una
relación perversa en el ejercicio de un cargo que emanó de un acuerdo de cuotas
partidarias y de otro que emana del presidente en turno, lo que induce la
conformación de un tribunal de consigna, cuando quien forme parte de este
tribunal debería estar impedido por ley para aspirar a la Corte, lo que
favorecería su autonomía.
Lo
cierto es que la resolución a favor del Bronco profundiza la falta de
credibilidad en las instituciones electorales y es una señal de alerta de que
nuestra incipiente democracia está nuevamente en riesgo.
Senador
de la República.
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