Aprendices de brujo
Alejandro
Encinas
El
Universal
6 de marzo de 2018
En
primer lugar, debo señalar de manera categórica, que es inadmisible el uso
faccioso de las instituciones públicas para denostar o enfrentar a cualquier
adversario político.
Se
trata de una práctica deleznable de los sistemas autoritarios, que lo mismo se
valen de los aparatos de inteligencia del Estado para espiar a los disidentes
del régimen, que de las instituciones responsables de la procuración de
justicia, para fabricar delitos.
En
México, el uso indebido de estas instituciones se ha extendido a las
autoridades judiciales electorales, las cuales intervienen, lo mismo en la vida
interna de los partidos, que en la organización de los procesos electorales; desde
imponer al dirigente nacional de un partido o definir candidaturas, hasta
establecer, como lo hemos visto recientemente, si se lleva a cabo el conteo
rápido de resultados el día de la jornada electoral, sin contar con facultades
para ello.
Este
intervencionismo del Tribunal Federal Electoral cobrará notoriedad en las
próximas semanas, cuando éste resuelva sobre distintas candidaturas que se han
anunciado, cuyas resoluciones trascenderán al actual proceso electoral.
Son
los casos de la ex ministra Olga Sánchez Cordero, a quien se le ha cuestionado
su elegibilidad al señalar que no se separó del cargo que desempeñaba en la
Suprema Corte tres años antes del día de la elección; aunque, como ella misma
ha señalado, los artículos 95, fracciones IV y VI, y 101 de la propia
constitución se lo permiten; máxime que formó parte de la Asamblea
Constituyente de la Ciudad de México. El caso de Napoleón Gómez Urrutia, a quien
se le ha cuestionado que no cumple con el tiempo mínimo necesario de residencia
en el país, aunque su condición de asilo otorgado por el gobierno de Canadá, le
garantiza la prevalencia de sus derechos políticos en México, y el caso de
Miguel Ángel Mancera, quien para salvar la limitación constitucional que le
impide contender por una diputación o senaduría en la Ciudad de México, ha sido
postulado en la lista nacional de candidatos a senadores del PAN, lo que de
concretarse, abrirá la puerta para que, en el futuro, cualquier gobernador,
apellídese Duarte, Borge o Yarrington, se postule de inmediato a cualquier
cargo de representación proporcional para gozar de fuero, o más bien de
impunidad.
En
torno al sonado caso del aspirante del PAN a la Presidencia de la República,
quien ha sido acusado por la PGR de lavado de dinero, se han dicho infinidad de
cosas. Entre otras, se ha pretendido hacer un símil con el proceso que llevó al
desafuero de Andrés Manuel López Obrador cuando, si bien existe una clara
intervención del Ejecutivo federal, se trata de asuntos distintos.
Por
un lado, el desafuero del entonces Jefe de Gobierno fue resultado de una acción
concertada que involucró a los tres Poderes de la Unión, los que quisieron
convertir un asunto administrativo, como fue la expropiación de un predio para
construir una vialidad para dar acceso a un hospital, en un delito grave; lo
cual, una vez concluido el proceso jurídico, se ha acreditado que no hubo
ninguna responsabilidad ni ejercicio indebido de la función pública.
En
el caso de Ricardo Anaya, la acusación que hace el Ejecutivo federal es sobre
la comisión de un delito federal que debe desahogarse de manera transparente y
con pleno apego a la ley, sin injerencia del Presidente ni consigna alguna al
Poder Judicial. No puede permitirse una intervención facciosa desde el poder en
éste ni en ningún otro caso.
La
paradoja de este asunto, es que ahora quienes en el pasado inmediato desataron
el uso político de las instituciones públicas contra sus adversarios, se
enfrentan a los demonios que ellos mismos desataron, lo que trae a la memoria a
El aprendiz de brujo, obra orquestal de Paul Dukas, basada en una historia de
Goethe, que hizo popular Walt Disney en la película Fantasía, que versa sobre
cómo un aprendiz de las artes de la brujería al utilizar los poderes de su
maestro desata fuerzas que no puede controlar con consecuencias desastrosas. La
rueda de la fortuna ha dado un giro en sentido inverso.
Senador de la República
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