Entrega
total
Alejandro
Encinas Rodríguez
El
Universal
17 diciembre 2013
El despojo se ha consumado. Al momento de escribir estas líneas, más de 17
Congresos locales han ratificado la contrarreforma energética que pone en manos
del capital privado, predominantemente trasnacional, el petróleo, los demás
hidrocarburos y la electricidad de la nación.
Se impuso una estrategia que
conjugó una campaña de comunicación que engañó a la población sobre los
verdaderos alcances de la propuesta gubernamental, así como la evaluación
sistemática del eventual rechazo de la población a la iniciativa presidencial,
lo que permitió profundizar los alcances de esta contra reforma.
La propuesta inicial de abrir el sector energético a los contratos de utilidad
compartida, pasó a establecer nuevas modalidades para permitir contratos de
servicios, de producción compartida y el otorgamiento de concesiones bajo la
denominación de licencias. Finalmente, de manera subrepticia, en la madrugada
previa al debate en el Senado de la República, el dictamen fue modificado
permitiendo todo tipo de contratos y concesiones, la entrega de bloques de
territorio tanto en la zona marítima patrimonial, como en el territorio
nacional, permitiendo incluso la doble concesión a las explotaciones mineras,
las que ya tienen concesionada al menos la tercera parte del territorio y que
podrán hacer compartible la explotación de hidrocarburos junto con el saqueo
que realizan de la riqueza mineral.
La contrarreforma afectará a los trabajadores petroleros y electricistas, ya
que si bien la reforma constitucional romperá con una parte del engranaje
corporativo y corrupto que alentaron las administraciones del PRI y del PAN,
replica lo sucedido con la reforma educativa al generar una situación de
excepción para liquidar a los sindicatos de petroleros y electricistas y sus
contratos colectivos de trabajo, pues la ley establecerá las normas relativas a
la administración, organización, funcionamiento, procedimientos de
contratación, régimen de remuneraciones y demás actos jurídicos que celebren
las empresas productivas del Estado, ya que la contrarreforma obliga a Pemex y
a CFE a constituirse en empresas productivas.
Más allá del desaseo que representó la elusión de debate parlamentario, el
adéndum subrepticio en el Senado y el turno directo al pleno de la Cámara de
Diputados sin discusión en sus comisiones legislativas, el verdadero alcance de
esta reforma no es si se privatiza PEMEX o CFE, estamos hablando de la sesión
del dominio de la nación sobre los recursos del subsuelo.
Se trata de una modificación sustancial al concepto de propiedad originaria de
la nación sobre su territorio, sus recursos naturales y los recursos del
subsuelo. Se trata de cambios de fondo al régimen de propiedad, donde se da
preponderancia al interés privado por encima del interés público, se cede el
dominio de la nación y la exclusividad del Estado para asumir la
responsabilidad de los sectores estratégicos, y se profundiza la vulnerabilidad
de la propiedad social, particularmente del ejido y de la comunidad al
establecer la posibilidad de expropiación de sus tierras sin acreditar la causa
de interés público.
Se trata, en síntesis, de la ruptura de las bases fundamentales con las que se
constituyó el Estado mexicano. Se rompe el pacto social y resurge una
contradicción que confrontará nuevamente a los mexicanos. El pacto social es el
acuerdo entre gobernantes y gobernados donde el Estado tiene la obligación de
velar por la vida, la libertad y la propiedad de las personas, y cuando el
Estado no garantiza esos derechos, el pueblo tiene la opción de revelarse y
cambiar su forma de gobierno.
Esta reforma va a pasar a la
historia, al igual que los tratados de Guadalupe Hidalgo, con los que Santana
entregó la mitad del territorio nacional; que los convenios que firmó la
aristocracia mexicana para imponer a un emperador extranjero; o los Tratados de
Bucareli que empeñaban lo que hoy ponen a remate en el país, como una de las
etapas de mayor ignominia en nuestra historia.
(Senador de la República)
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