¡Consulta
ya!
Alejandro
Encinas Rodríguez
El
Universal
3
de diciembre de 2013
El
anuncio que el senador Javier Corral dio a conocer la semana pasada durante una
entrevista radiofónica, respecto al inminente acuerdo entre el PRI y el PAN
para la elaboración de un proyecto de dictamen que profundiza la contrarreforma
en materia energética, confirma lo que distintos medios de comunicación
internacionales habían informado acerca de las negociaciones que altos
funcionarios del gobierno mexicano, junto con dirigentes del PAN, realizaban en
Estados Unidos para abrir al mercado prácticamente la totalidad del sector
energético. El proyecto incluiría, además de los contratos de utilidades
compartidas, los contratos de producción y el otorgamiento de licencias, es
decir concesiones al capital privado extranjero y nacional.
Ello
significaría la pérdida del dominio que actualmente detenta la Nación sobre los
hidrocarburos, ya que prácticamente todas las etapas del proceso productivo,
desde la extracción, la distribución, la refinación, la petroquímica básica y
secundaria, hasta la exportación de petróleo crudo quedaría en manos privadas,
reduciendo el papel del Estado mexicano a otorgar permisos, contratos y
concesiones.
El
presunto acuerdo pretende también que en las leyes secundarias se reduzca a
Pemex a su mínima expresión, llegando en el mejor de los casos a compartir
utilidades con empresas extranjeras, cuando no a la venta de sus activos, toda
vez que al eliminarse del Artículo 28 constitucional el carácter estratégico
del petróleo, los demás hidrocarburos y la electricidad, se elimina también la
restricción establecida en el Artículo 25, que impide al gobierno federal
vender los organismos públicos encargados del desarrollo de la industria y de
la prestación de los servicios. Es decir, todo queda sujeto a remate.
Por
ello, más allá del revuelo que han provocado estas revelaciones, y que dio la
puntilla para la salida –espero definitiva– del PRD del llamado Pacto por
México, es urgente que las fuerzas progresistas y de izquierda, partidarias y
sociales, que coinciden en la defensa de este valioso patrimonio de la Nación,
sumen esfuerzos y pasen en los próximos días –sino es que en la próximas
horas–, de la fase declarativa a la conformación de un frente único en contra
de la regresión histórica que significaría esta privatización, e impulsen de manera
conjunta diversas acciones, entre otras la exigencia de que, tratándose de una
decisión que trastoca las bases constitucionales del acuerdo alcanzado
tras una revolución, se celebre una Consulta Popular en la que se pregunte a
todos los mexicanos si están de acuerdo con estas medidas.
Seguramente
se alegará que la Consulta Popular establecida ya como un derecho de los
ciudadanos en nuestra Constitución no está reglamentada, lo que resulta
improcedente pues como se sabe, la reforma que estableció la facultad del
Ejecutivo Federal para presentar iniciativas preferentes no ha sido
reglamentada, y fue utilizada para imponer la contrarreforma laboral.
Alegaran
también que la reforma constitucional instituyó que las consultas populares
solo se celebrarían en años electorales, lo cual es también baladí pues los
derechos y garantías establecidos en nuestra Ley máxima son de vigencia
permanente, o intentarán, como sucede en estos momentos en la Cámara de
Diputados, limitar el ejercicio de este derecho, pues en el proyecto de ley
reglamentaria de la Consulta Popular se quiere establecer la restricción de que
la consulta no proceda ante asuntos ya resueltos por el Congreso de la Unión.
De
ahí la urgencia de que los llamados a la unidad se cristalicen en una gran convergencia,
al margen de las filias partidistas y de las fobias entre estos. Lo que está en
juego nos trasciende, y se encuentra muy por encima de las diferencias
existentes. Es necesario alcanzar la unidadya para frenar el despojo que se
pretende llevar a cabo y concretar la Consulta Popular. Si el petróleo es de todos,
que nos consulten a todos.
(Senador
de la República)
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