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Arnoldo: fin de una era
Alejandro Encinas Roríguez
EL UNIVERSAL
04 DE JUNIO DE 2013


A la memoria de Chema Pérez Gay


La muerte de Arnoldo Martínez Verdugo marca el fin de una era para la izquierda mexicana. Arnoldo, como lo llamamos siempre los militantes comunistas, fue un hombre al que no deslumbraban ni atraían los reflectores; fue un visionario que sacó a la izquierda del marasmo del dogmatismo y la marginalidad y, ante todo, un político de convicciones que tuvo la inteligencia y sagacidad para emprender la unificación de las izquierdas.

Personaje polémico, respetado por sus adversarios, vituperado por la ultraderecha nacional por sus posiciones de avanzada para otorgar a las mujeres su derecho a decidir sobre su cuerpo, reconocer la diversidad sexual, así como la igualdad plena de las mujeres. Arnoldo representa al dirigente más importante de la izquierda mexicana del siglo XX, sin el cual no puede entenderse a la izquierda de hoy. Un hombre que mantuvo claridad y distancia ante las tentaciones del poder, que condujo al Partido Comunista Mexicano a romper con los centros de control del comunismo internacional y con la ideología de la Revolución Mexicana.


Arnoldo condenó la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia en 1968 y la invasión soviética a Afganistán en 1978, al igual que, en los momentos difíciles, cuando disentir implicaba poner en riesgo la integridad y la libertad personal, enfrentó al autoritarismo y la represión del régimen político derivado de la institucionalización de la Revolución Mexicana.


Conocedor de los problemas del socialismo real, Martínez Verdugo promovió la disolución del PCM en 1981, casi una década antes de la caída del muro de Berlín, para dar paso a una nueva fuerza política, cuando el movimiento comunista internacional no tenía futuro ante los errores y crímenes cometidos por el estalinismo en nombre del ideal comunista. 


En los años setenta, como Secretario General del PCM, encabezó las negociaciones con el Secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, en torno a la legalización del PCM y las reformas necesarias para que la izquierda pudiera participar en la competencia electoral y lograr su registro legal, dejando atrás décadas de proscripción y represión; impulsó el rechazo al camino de las armas y propuso el de las urnas, asumiendo el paradigma de la democracia.


Como apunta Roberto Zamarripa, Martínez Verdugo fue un hombre discreto y solidario, que sobre todo ha dejado una profunda huella ética. Político incorruptible, supo conciliar independencia con diálogo, tolerancia con compromiso democrático, afianzamiento en la lucha legal sin abandonar principios, entendimiento de las batallas electorales como contiendas de ideas, debates democráticos y foros para dirimir rumbos y gobiernos sin que signifiquen puntos finales de un proceso.


Arnoldo trabajó sin estridencias para hacer viable la opción de un socialismo democrático. Con él concluye la era de los dirigentes templados como el acero, idealistas que buscaban encabezar la marcha de la humanidad hacia el progreso y la igualdad, la creación del hombre nuevo. Dirigentes cuya mayor virtud fue la congruencia y la integridad, que nunca se deslumbraron con el canto de las sirenas del poder, lo que cobra mayor relevancia hoy ante el desprestigio y la ambición imperantes en la mayoría de los dirigentes políticos. 


En su último discurso Arnoldo señaló: “El pensamiento político, sobre todo el que se dispone a revolucionar a la sociedad, es siempre, un acto original. Su eficacia depende, del grado de dominio que se tenga de otras experiencias, de la madurez y del oficio con que se emplee la teoría. Pero la esencia, la modificación de la fuerza, el ejercicio de la política en su sentido más pleno y elevado, es un producto eminentemente histórico y nacional. Conocer a fondo el país, asumir su historia, hablar su leguaje, son ya un acto transformador. Nuestro proyecto político tiene que ir más allá de la política. Queremos construir un nuevo liderazgo ideológico, cultural y promover una profunda transformación intelectual y moral de la sociedad”.


Senador de la República



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