Porfirio
Muñoz Ledo
Alejandro Encinas
El Universal
28 de noviembre de 2017
En días pasados, la Coordinación de
Humanidades de la UNAM realizó un homenaje a Porfirio Muñoz Ledo. A lo largo de
dos días, personalidades de todos los ámbitos de la vida pública del país,
destacaron la trayectoria de uno de los políticos más prolijos de la historia
reciente del país. Un hombre que desde el siglo XX, ya lo era del siglo XXI.
Muñoz Ledo es un hombre de Estado en el más
estricto sentido del concepto: un individuo con misión creadora. Aquél que se
distingue del político simple por su intuición, por su habilidad en unir
intereses contrarios y por su perspectiva política central, que es hacer del
Estado un instrumento al servicio de la nación.
Es un hombre de sólida formación profesional
y vasta cultura. Incansable lector, de una memoria y una inteligencia
privilegiadas. Un hombre polémico, que desata pasiones, pero quien siempre defiende
con argumentos sus convicciones.
Protagonista fundamental en las
transformaciones políticas más relevantes en la historia reciente de México.
Desde el surgimiento de la Corriente Democrática del PRI, que cuestionó al
presidencialismo autoritario representado en la designación presidencial de su
sucesor, que hoy vuelve por sus fueros y las políticas neoliberales que
privatizaron el patrimonio nacional y que profundizaron la desigualdad en el
país, hasta la conquista de la primera Constitución Política de la Ciudad de
México.
Es memorable su interpelación a Miguel de la
Madrid durante la presentación del VI informe de gobierno, el 1º de septiembre
de 1988, que derrumbó uno de los símbolos más representativos del
presidencialismo. A partir de ese día, nada ha vuelto a ser igual en la
relación entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, pese a las lamentables
distorsiones de los legisladores y la evasión del Ejecutivo para rendir cuentas
al Congreso.
Como lo es también su discurso, nueve años
después, al responder el informe presidencial. El 1 de septiembre de 1997,
siendo el primer presidente de la oposición en la Cámara de Diputados, en una
pieza oratoria considerada una de las mejores que se haya pronunciado en la
tribuna de San Lázaro. Muñoz Ledo espetó a Ernesto Zedillo: “Saber gobernar es
también saber escuchar y saber rectificar. El ejercicio democrático del poder
es, ciertamente, mandar obedeciendo”. “Lo que en última instancia significa el
cambio democrático es la mutación del súbdito en ciudadano”. “Nosotros, que
cada uno somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos”.
Sus intervenciones durante la Asamblea
Constituyente de la CDMX dan cuenta de la madurez alcanzada. Su ingenio creó
nuevos conceptos parlamentarios, como el “itacate legislativo”, para referirse
a la agenda pendiente en la Constitución local: renta básica universal,
progresividad fiscal, ciudadanía universal, mayoría de edad a los 16 años,
entre otros.
En estas, defendió una Constitución fundada
en el derecho a la ciudad, en una visión que sintetiza un proyecto alternativo
de nación. Confrontó a los detractores: “Asombra la prédica de los
fundamentalistas, denominados energúmenos, por Cosío Villegas, que consideran
las prerrogativas y obligaciones de la ciudadanía como una atadura para la
libertad”. “Pretenden restaurar la noción abstracta del individuo que esconde
todas las desigualdades y las marginaciones. No pocos levantan armas contra la
ampliación de los derechos humanos, y los califican de utópicos o
inconstitucionales”.
“Para que sea limpia la vida pública, tiene
que haber gobierno y tiene que haber oposición. El terror de los partidos a los
ciudadanos tiene que terminar”.
Para Porfirio la Constitución “es la síntesis
de una elaboración colectiva en la que concurren muchos mexicanos y mexicanas,
preocupados por impulsar un proceso de democratización de la vida nacional”.
“Este debate intenso ha sido una actualización ideológica y conceptual de la
clase gobernante del país”. “No nos importa que la gloria de concretarlo se la
lleven otros, lo importante es sembrar ideas que sirvan a la nación”.
Oportuno el homenaje en la UNAM, más aún en
estos tiempos de mezquindad, donde tanta falta hace generosidad para
reconocernos entre nosotros mismos.
Senador de la República


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