Los
cuatro jinetes del apocalipsis
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
Martes 18 de abril de 2017
La sucesión presidencial está en marcha. Los futuros candidatos –con o
sin partido- han desplegado sus estrategias. Los medios de comunicación y las
redes sociales, dan cuenta de éstas y de cómo, al igual que en el pasado
reciente, se pretende descalificar al adversario. Los prolegómenos de una nueva
guerra sucia comienzan a ocupar su sitio.
Sin embargo, el escenario electoral se enmarca en un contexto distinto,
en el que la indignación y el hartazgo social contra la adversidad acumulada
durante las últimas décadas, definirán la contienda.
El descontento y el rechazo al actual gobierno alcanza a la mayor parte
de la población; no obstante, la tozudez del gobierno actual y sus aliados, se
niegan a reconocer que la profundidad de la crisis ética que atraviesan las
instituciones públicas, los partidos políticos, la política tradicional y la
clase política, son la evidencia nítida del agotamiento del actual régimen político
y del modelo económico que han impuesto.
El actual grupo en el poder buscará mantenerse en el poder recurriendo a
las viejas prácticas de la descalificación, el encono, la cooptación, la
coacción y compra del voto, incluso al amago de inestabilidad política, como se
puede observar hoy en el proceso electoral del Estado de México, a la vieja
usanza de la elección de Estado.
Más que tiempos de cambios, enfrentamos un cambio de época, y quien
logre articular la indignación social y particularmente el voto anti sistémico,
ganará la Presidencia de la República.
Ello implica también romper con las practicas opositoras tradicionales.
La articulación de esta indignación social no se logrará con la suma de siglas
partidarias, por diversas que éstas sean. Menos aún por el acuerdo entre las
desprestigiadas burocracias partidarias. La unidad debe ser resultado de un
proceso social, que parta de la decisión de cada individuo para sumarse a una
acción colectiva en torno a causas comunes, lo que rebasa el ámbito partidario
y a los propios candidatos.
La unidad debe darse en torno a ideas y objetivos compartidos. A un
programa mínimo que nos aglutine en torno a coincidencias básicas, superiores a
lo que nos divide, para cimentar un nuevo rumbo y el proyecto de nación al que
aspira la mayoría de los mexicanos.
Se trata de superar la estela de desamparo que, al igual que los cuatro
jinetes del apocalipsis, han dejado a su paso las políticas neoliberales
impuestas durante los gobiernos del PRI y del PAN, y sus trágicas secuelas.
Hambre. La pobreza extrema y la mayor desigualdad de nuestra historia,
donde un puñado de familias acumula una riqueza ofensiva e inmoral.
Muerte. El país se ha convertido en una inmensa fosa clandestina, a la
que se suma uno de los mayores signos de descomposición del tejido social, la
violencia y los crímenes de odio contra las mujeres.
Guerra: La violencia y degradación extrema de la condición humana, que
ha convertido a miles de jóvenes en carne de cañón de la delincuencia
organizada.
Peste: La corrupción y la impunidad, signo de la degradación de las
instituciones y de la moral pública, que denotan un Estado ausente y la
inexistencia de una autoridad ocupada en los negocios al ampro del poder y que
desatiende sus deberes primigenios.
Es necesario construir una mayoría social que impulse una transformación
profunda. Quienes queremos un cambio sustancial en el rumbo que sigue el país
somos indudable mayoría, pero estamos dispersos, fragmentados.
Es momento de construir una mayoría social para frenar la espiral de
degradación que ha significado el neoliberalismo y
la imposición acrítica de sus dictados y desarrollar las capacidades para
sustituir a sus gobiernos indiferentes a las aspiraciones populares, a fin de
establecer un régimen progresista, regido por el interés nacional para
recuperar un proyecto de nación equitativa y soberana.
(Senador de la
República)