Trump
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
15 de noviembre de 2016
El
triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos,
obliga a un replanteamiento de las relaciones con el vecino del norte.
Trump
dio voz y rostro a un sector de la sociedad norteamericana, sobre todo a la
población blanca, molesto por los graves problemas económicos y sociales
derivados de la globalización y la apertura comercial, dando cauce a un rancio
nacionalismo fincado en el racismo, la xenofobia y la discriminación, que ha
fracturado a esa sociedad, Al mismo tiempo, el resultado de la elección
representa una ruptura con el establishment, con el american way of life, y el
fin de ciclo de las políticas neoliberales que, al igual que en todo el mundo,
favorecieron la desmedida concentración del ingreso, el desempleo y la
desigualdad.
Las
secuelas de la globalización y la apertura comercial en el empleo de los
norteamericanos, simplificada por Trump en su crítica al TLCAN, abonaron en un
discurso de odio y violencia, culpando a los mexicanos de ser el origen de sus
problemas.
Estamos
ante un escenario de incertidumbre, que se ahonda por la ambigüedad y la
ausencia de definiciones claras del gobierno mexicano, el que debería adoptar
medidas firmes contra la amenaza y persecución a los mexicanos
residentes en ese país, a quienes se acusa de delincuentes que serán
encarcelados o deportados, cuya protección debe ser prioridad nacional.
Los
factores que articularon este malestar social no son ajenos a nuestros
problemas: la crisis de las instituciones públicas y la impunidad de la clase
política generan indignación social; a lo que se suma la creciente desigualdad;
la violencia manifiesta en los crímenes de odio contra las mujeres; la
beligerancia conservadora contra los derechos civiles, como el matrimonio
igualitario, y el Estado laico; los actos de justicia por propia mano; la
persecución a periodistas y defensores de derechos humanos; el despojo a las
comunidades indígenas, y la ausencia de una oposición que haga contrapeso y
confronte al mal gobierno.
El
nuevo escenario obliga a replantear las políticas nacionales, en particular la
política económica, que no puede mantener los privilegios a los grandes
capitales radicados en el país.
No
se trata, como dice Enrique Peña Nieto, de dejar a un lado el pesimismo y
generar “buenas vibras” para el país. Como tampoco que el gobierno cierre filas
con el gran beneficiario de la apertura comercial y de las políticas
gubernamentales: el Consejo Coordinador Empresarial, con el que se apresta a
“trabajar y renegociar el TLCAN, y lo que sea necesario para
defender los empleos en México” y desarrollar un plan para incorporar a los
repatriados al mercado laboral, como afirma el Secretario de Gobernación “con
ofertas laborales en su lugar de origen”, cuando el desmantelamiento del
mercado interno y la ausencia de un desarrollo regional equitativo motivaron su
expulsión a los Estados Unidos.
El
arribo de Trump a la Casa Blanca puede representar el inicio de un nuevo orden
mundial. El replanteamiento de las relaciones comerciales globales, el regreso
a medidas proteccionistas en demérito de los países con menor nivel de
desarrollo, mayor volatilidad del sistema financiero internacional y en el
capital especulativo y, por tanto, polarización política global y mayor
desigualdad.
Es
momento de hacer un alto en el camino. Replantear la política económica,
revertir el proceso de desmantelamiento de las industrias y de los bienes de la
nación, así como el proceso de corrupción y degradación de las instituciones
públicas, cuyo indicador más reciente son los recortes al gasto público para el
bienestar social, manteniendo grandes sumas para los negocios al amparo de la política,
disfrazados de grandes obras de infraestructura como el aeropuerto en el Lago
de Texcoco o el tren México-Toluca y los millonarios moches a los diputados
para aprobar el presupuesto de egresos.
Este
replanteamiento implica recuperar el mercado interno, reorientar las políticas
de desarrollo rural para garantizar la soberanía alimentaria, rescatar a las
micro, pequeñas y medianas empresas como pilares en la generación de empleos, y
acabar con los monopolios privados derivados de las concesiones y privatizaciones
en ferrocarriles, carreteras, telecomunicaciones, minería y energía. Recuperar
un proyecto de nación.
(Diputado Constituyente)
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