Reconozco a un hombre con una clara visión de
Estado, un personaje polémico que concibió a la política como diálogo,
conciliación y entendimiento.
Me
correspondió interpelar a Manuel Camacho Solís en 1987, cuando
como secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, compareció a lo
largo de 9 horas en la Cámara de Diputados para presentar la
iniciativa de Ley General del Equilibrio Ecológico
y la Protección al Ambiente. Durante el debate señaló que la
nueva ley constituía un instrumento indispensable
para alcanzar una política integral en la materia, aunque -subrayó-
era imposible pensar que en el corto plazo se pudieran eliminar los efectos de
la destrucción ecológica, consecuencia de décadas de desarrollo industrial y urbano. Siempre
fue así, un hombre de ideas claras y argumentos consistentes.
A
partir de ese día iniciamos discusiones sobre el contenido de la ley.
Manuel, con voluntad y apertura escuchó y retomó los planteamientos
que los legisladores del PSUM y otros grupos parlamentarios presentamos, lo que
permitió que la iniciativa fuera aprobada por unanimidad el 9 de
diciembre.
Meses
más tarde, en 1988, irrumpió la Corriente Democrática del PRI y la insurgencia
electoral del cardenismo; la formación del Frente Democrático Nacional y
la unificación del nacionalismo revolucionario con la izquierda socialista. El
país entró en una profunda crisis. El fraude electoral de ese año puso al
país al borde de una ruptura social, que sólo el talante y la responsabilidad
de Cuauhtémoc Cárdenas pudo evitar. Pese a ello, la intransigencia del gobierno
de Salinas de Gortari, trajo consigo el intento de exterminio de la disidencia
cardenista y el homicidio de más de 600 militantes perredistas. Manuel, en todo
momento buscó el diálogo y el entendimiento. No lo logró.
Durante
esos años, en 1989, siendo regente de la ciudad
de México, y tras haber encabezado las tareas de
reconstrucción por los daños causados por los sismos de
1985, Manuel, enfrentó la más severa crisis
ambiental en la metrópoli. Sin dudar y asumiendo los costos
políticos, tomó medidas enérgicas, como el cierre definitivo de las
industrias más contaminantes (la refinería en Azcapotzalco, las empresas
cementeras, fundidoras, vidrieras y de celulosa, entre otras) e inició un
programa voluntario confiando en la conciencia ciudadana: el Hoy No Circula
(hoy obligatorio), con resultados plenamente acreditados.
La
selección del candidato del PRI a la Presidencia de la República en 1993, tensó
nuevamente la vida interna de ese partido, la que se agudizó ante el levantamiento
armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional al amanecer de 1994, y el
magnicidio de Luis Donaldo Colosio en el mes de marzo. Manuel estuvo en el ojo
del huracán, enfrentando denostaciones por un lado y tendiendo
puentes por el otro, abrió cauces a la revuelta zapatista.
De nueva cuenta, el político audaz obtuvo resultados que no fueron
correspondidos por el régimen. La memorable fotografía en la catedral de San
Cristóbal de las Casas compartiendo con el subcomandante Marcos la bandera
nacional, abrió la puerta a los acuerdos de San Andrés Larráinzar, los
que aún faltan por cumplir.
Su
renuncia en 1995 al PRI, lo colocó ante nuevas perspectivas. En 1999 funda el
Partido Centro Democrático, que lo postula a Presidencia de la República, sin
alcanzar el resultado esperado e inicia su acercamiento con la izquierda y el
PRD, del que es diputado federal en 2003. A partir de entonces juega un papel
destacado contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, en la
organización de la campaña electoral de 2006; la lucha contra el despojo
electoral y en la formación del Frente Amplio Progresista y la Coalición
Electoral Movimiento Progresista que en 2012 alcanzó cerca de 16
millones de votos, que nos llevaron al Senado de la República.
En
Manuel, reconozco a un hombre con una clara visión de Estado, un
personaje siempre polémico que, en su propia naturaleza, concibió a
la política como diálogo, conciliación y entendimiento. Lo viví en mi
persona. Nos conocimos como adversarios en momentos en que la izquierda
partidaria representaba una minoría marginal y él se encontraba en el núcleo
del poder. Nos confrontamos en los difíciles momentos de 1988 y 1994. Más
adelante compartimos experiencias al arribo de la izquierda al
gobierno del Distrito Federal y en el momento en que la izquierda alcanzó su
cima en la disputa por la Presidencia de la República, hasta
encontrarnos compartiendo un escaño, donde a lo largo de más de dos años
forjamos una cercana relación política y cultivamos una estrecha
amistad.
Así
es la política y sus vaivenes en nuestro convulsionado
país. Manuel falleció este 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente,
valga la coincidencia, su legado como académico, como político y como persona
habrán de valorarse plenamente en su oportunidad. Por lo pronto, ya nos hace
falta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario