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"Estamos en una crisis humanitaria que deriva de la ausencia del Estado":

Alejandro Encinas Rodríguez

Venimos de lejos

Dtto 30

Constituyente

Senador

Manuel
Reconozco a un hombre con una clara visión de Estado, un personaje polémico que concibió a la política como diálogo, conciliación y entendimiento.





Me correspondió interpelar a Manuel Camacho Solís en 1987, cuando como secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, compareció a lo largo de 9 horas en la Cámara de Diputados para presentar la iniciativa de Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente. Durante el debate señaló que la nueva ley constituía un instrumento indispensable para alcanzar una política integral en la materia, aunque -subrayó- era imposible pensar que en el corto plazo se pudieran eliminar los efectos de la destrucción ecológica, consecuencia de décadas de desarrollo industrial y urbano. Siempre fue así, un hombre de ideas claras y argumentos consistentes.

A partir de ese día iniciamos discusiones sobre el contenido de la ley. Manuel, con voluntad y apertura escuchó y retomó los planteamientos que los legisladores del PSUM y otros grupos parlamentarios presentamos, lo que permitió que la iniciativa fuera aprobada por unanimidad el 9 de diciembre.

Meses más tarde, en 1988, irrumpió la Corriente Democrática del PRI y la insurgencia  electoral del cardenismo; la formación del Frente Democrático Nacional y la unificación del nacionalismo revolucionario con la izquierda socialista. El país entró en una profunda crisis. El fraude electoral de ese año puso al país al borde de una ruptura social, que sólo el talante y la responsabilidad de Cuauhtémoc Cárdenas pudo evitar. Pese a ello, la intransigencia del gobierno de Salinas de Gortari, trajo consigo el intento de exterminio de la disidencia cardenista y el homicidio de más de 600 militantes perredistas. Manuel, en todo momento buscó el diálogo y el entendimiento. No lo logró.

Durante esos años, en 1989, siendo regente de la ciudad de México, y tras haber encabezado las tareas de reconstrucción por los daños causados por los sismos de 1985, Manuel, enfrentó la más severa crisis ambiental en la metrópoli. Sin dudar y asumiendo los costos políticos, tomó medidas enérgicas, como el cierre definitivo de las industrias más contaminantes (la refinería en Azcapotzalco, las empresas cementeras, fundidoras, vidrieras y de celulosa, entre otras) e inició un programa voluntario confiando en la conciencia ciudadana: el Hoy No Circula (hoy obligatorio), con resultados plenamente acreditados.

La selección del candidato del PRI a la Presidencia de la República en 1993, tensó nuevamente la vida interna de ese partido, la que se agudizó ante el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional al amanecer de 1994, y el magnicidio de Luis Donaldo Colosio en el mes de marzo. Manuel estuvo en el ojo del huracán, enfrentando denostaciones por un lado y tendiendo puentes por el otro, abrió cauces a la revuelta zapatista. De nueva cuenta, el político audaz obtuvo resultados que no fueron correspondidos por el régimen. La memorable fotografía en la catedral de San Cristóbal de las Casas compartiendo con el subcomandante Marcos la bandera nacional, abrió la puerta a los acuerdos de San Andrés Larráinzar, los que aún faltan por cumplir.

Su renuncia en 1995 al PRI, lo colocó ante nuevas perspectivas. En 1999 funda el Partido Centro Democrático, que lo postula a Presidencia de la República, sin alcanzar el resultado esperado e inicia su acercamiento con la izquierda y el PRD, del que es diputado federal en 2003. A partir de entonces juega un papel destacado contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, en la organización de la campaña electoral de 2006; la lucha contra el despojo electoral y en la formación del Frente Amplio Progresista y la  Coalición  Electoral Movimiento Progresista que en 2012 alcanzó cerca de 16 millones de votos, que nos llevaron al Senado de la República.

En Manuel, reconozco a un hombre con una clara visión de Estado, un personaje siempre polémico que, en su propia naturaleza, concibió a la política como diálogo, conciliación y entendimiento. Lo viví en mi persona. Nos conocimos como adversarios en momentos en que la izquierda partidaria representaba una minoría marginal y él se encontraba en el núcleo del poder. Nos confrontamos en los difíciles momentos de 1988 y 1994. Más adelante compartimos experiencias al arribo de la izquierda al gobierno del Distrito Federal y en el momento en que la izquierda alcanzó su cima en la disputa por la Presidencia de la República, hasta encontrarnos compartiendo un escaño, donde a lo largo de más de dos años forjamos una cercana relación política y cultivamos una estrecha amistad.

Así es la política y sus vaivenes en nuestro convulsionado país. Manuel falleció este 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, valga la coincidencia, su legado como académico, como político y como persona habrán de valorarse plenamente en su oportunidad. Por lo pronto, ya nos hace falta.



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