La
elección
Alejandro
Encinas Rodríguez
El
Universal
Martes, 16
Junio 2015
La mayor sorpresa que arrojan las
elecciones del 7 de junio, es el tono festivo con que asumen sus resultados los
diferentes actores políticos. Peña Nieto se siente con un ánimo renovado “por
el respaldo logrado al proyecto que estamos impulsando” y por el voto obtenido
por sus aliados políticos. Lorenzo Córdova, asume que “los comicios del 7 de
junio ratificaron las apuesta de los mexicanos por un país plural y a decidir
en paz”. Hasta los dirigentes del PRD, al eludir su revés electoral, buscan
minimizar el daño causado por Morena restando peras con manzanas, al
comparar la votación obtenida por el nuevo partido con los votos obtenidos por
las coaliciones electorales de 2006 y 2012 que postularon a López Obrador en
una elección presidencial.
Si bien los comicios trajeron consigo
resultados que impactarán la vida política nacional y superaron las expectativas
de participación ciudadana y disminución del número de votos nulos, no es
posible perderse en el laberinto del triunfalismo oficial que elude los graves
problemas que acompañaron este proceso.
Las elecciones no se desarrollaron en
un marco de normalidad democrática. A la violencia de la delincuencia
organizada, se sumó la violencia durante la campaña que arrojó un total de 28
candidatos y dirigentes asesinados en 12 estados del país, a los que se sumaron
16 muertos en un enfrentamiento en Acapulco el día previo a la elección; tres
asesinatos durante la jornada electoral (Antonio Vivar en Tlapa, José Alfredo
Jiménez en Oaxaca, y Carlos García, en Puebla) y el asesinato de Francisco
López Liborio, en Iguala. La quema de casillas en Chiapas, Guerrero, Michoacán,
Oaxaca y posteriormente en el Estado de México, no sólo se minimiza sino que
resurge el México mágico, como ocurrió en Tehuantepec y en el
Distrito XI de Pinotepa Nacional, Oaxaca, donde se incendiaron 103 casillas que
posteriormente aparecieron computadas en favor del PRI; o en el Estado de
México, donde desaparecieron más de un millón de votos, pues de acuerdo con los
resultados del INE participaron 5.6 millones de electores en la elección de
diputados federales, en tanto que para el IEEM, en la elección de diputados
locales, participaron solo 4.3 millones de electores, que sufragaron en la
misma casilla. Pero la violencia y otros incidentes son para estos actores
políticos, un daño colateral.
El viejo sistema de partidos sufrió una
fuerte sacudida rompiendo la preponderancia de tres partidos y los candados
favorables a perpetuar a sus burocracias. Pese a que la votación entre 2009 y
2015 se incrementó en 2.5 millones de votos, el PRI perdió 1.2 millones de
votos y el PAN 1.3 millones. Con ello la concentración de votos en los tres
principales partidos cayó del 77% en 2009 al 61% en 2015.
Un comportamiento especial se presentó
en las zonas metropolitanas donde se registró la mayor libertad del voto, en
especial de jóvenes y sectores medios de la población, que favorecieron el
triunfo del primer candidato independiente a gobernador en Nuevo León; el de
Movimiento Ciudadano en la zona metropolitana de Guadalajara –lo que contribuyó
a triplicar su votación-, y la emergencia de Morena en el Distrito Federal,
donde las encuestas se colapsaron, quedando demostrado que no se puede inventar
la realidad.
Si bien el PRI y sus aliados
electorales tendrán mayoría simple en la Cámara de Diputados, y sus aliados del
Pacto por México dotarán a Peña Nieto de una cómoda mayoría calificada, estas
elecciones no pueden asumirse como un plebiscito al actual gobierno, ya que el factor
determinante lo conformaron los procesos locales, en el que concurrieron por
primera vez candidatos independientes, los que llegaron para quedarse.
Aun no concluye el proceso electoral.
Faltan etapas importantes en manos del Tribunal Electoral. Por lo pronto el INE
queda a deber en su desempeño ante la impunidad que otorgó al PVEM y en la
contradicción de criterios de interpretación y adopción de resoluciones con los
órganos locales. Nada cambio. Las impugnaciones ante el TEPJF pueden determinar
el registro del PT o modificar los resultados en alguna gubernatura o
delegación política, aunque no hay que generar falsas expectativas respecto a
que el Tribunal asuma sanear la elección.
(Senador de la República)
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