Autonomía frustrada
Alejandro EncinasRodríguez
El Universal
Martes
05 de Mayo 2015
De nueva cuenta se
ha frustrado la posibilidad de dotar de autonomía y de una constitución propia
a la Ciudad de México. Tras dos años de discusiones, se transformaba la
naturaleza jurídica del Distrito Federal hacia una entidad federativa
denominada Ciudad de México, con autonomía y una constitución política propia
que consolidaría el régimen de derechos y garantías civiles alcanzados en la
Ciudad, manteniendo la coexistencia de los órdenes federal y local en un mismo
territorio.
Si bien el tema
que causo una justa desazón pública fue la pretensión del PRI, PAN y PVEM de
designar a 40 de los 100 integrantes de la Asamblea Constituyente a través del
Congreso de la Unión y los Ejecutivos federal y local, cuando todos los
constituyentes deberían ser electos democráticamente, los avances alcanzados no
eran menores. La reforma representaba el establecimiento de poderes bajo el
mismo régimen de responsabilidades al que se encuentran sujetos los estados de
la Unión, convirtiendo a la Ciudad de México en una entidad federativa con
autonomía para resolver lo concerniente a su régimen interior y a su
organización política y administrativa, bajo la forma de gobierno republicano,
representativo, democrático y laico.
El Poder Ejecutivo
local se depositaría en el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, quien
tendría a su cargo el mando a las instituciones de seguridad pública de la
Ciudad y la facultad de nombrar y remover libremente al Secretario de Seguridad
Pública, así como, la administración pública de la entidad, la que mantendría
su carácter unitario en la hacienda y en su régimen patrimonial, a la que se
sumaría un fondo de recursos para apoyar a la Ciudad en su condición de capital
de la República.
El Poder
Legislativo residiría en un órgano colegiado integrado bajo los principios de
mayoría relativa y representación proporcional; adoptando medidas para impedir
la sobrerrepresentación o la subrepresentación de algún partido, democratizando
sus órganos de gobierno y dotándola de nuevas atribuciones, como la revisión de
la cuenta pública a través de una entidad con autonomía técnica y de gestión.
El Poder Judicial
lo integraría el Tribunal Superior de Justicia; el Consejo de la Judicatura y
los juzgados y tribunales que señalara la Constitución local, debiendo garantizar
la independencia de magistrados y jueces, así como la carrera judicial.
La división
territorial de la Ciudad, así como el número y denominación de las
demarcaciones territoriales, serían definidos por la Constitución local;
confiando su gobierno a órganos denominados Alcaldías, integradas por un
Alcalde y entre 10 y 15 concejales electos, por mayoría relativa y
representación proporcional, con las facultades que señalara la Constitución y
las leyes locales. El Alcalde asumiría la administración pública de la
demarcación, y los Concejos aprobarían el prepuesto de egresos, supervisarían y
evaluarían las acciones de gobierno y controlarían el ejercicio del gasto
público, el que estaría integrado por las participaciones federales, el
presupuesto aprobado por la Asamblea Legislativa y los ingresos derivados de la
prestación de servicios a su cargo.
Se creaba el
Consejo de Desarrollo Metropolitano, el cual tendrá atribuciones en materia de
asentamientos humanos; protección al ambiente; transporte; tránsito; agua
potable y drenaje; gestión de residuos sólidos, y seguridad pública. Sus
funciones podrían comprender la delimitación de los ámbitos territoriales y las
acciones de coordinación para la operación y funcionamiento de obras y
servicios metropolitanos.
No es la primera
ocasión que fracasa este tipo de acuerdos. En 2001 el GDF, la ALDF, el Tribunal
Superior de Justicia y los partidos políticos en la capital impulsaron una
reforma constitucional que se concentraba en las facultades conferidas a los
poderes federales al tener su asiento en el Distrito Federal, y en dotar de
autonomía al gobierno local. Los diputados aprobaron esta iniciativa por 358
votos a favor, 17 en contra y 7 abstenciones, la cual al llegar al Senado fue
congelada. Un proceso similar tropezó en 2010.
Hoy, nuevamente,
se frustra el consenso más importante hasta ahora alcanzado, dejando en vilo,
por angas o por mangas, la autonomía de la Ciudad de México.
Senador de la
República
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