Abstenerse o anular
el voto favorece al PRI
Alejandro Encinas
Rodríguez
El Universal
Martes, 18 de Mayo de
2015
Estamos a 18 días de que se realice la
jornada electoral para renovar la Cámara de Diputados y diversos gobiernos
locales. El ambiente que ha rodeado este proceso ha dado cuenta del profundo
malestar que priva en la ciudadanía respecto a las campañas electorales, que,
lejos de confrontar ideas, han sido secuestradas por la mercadotecnia,
promoviendo la imagen de candidatos huecos, que comparten descalificaciones,
rayando, en muchos casos, en lo mundano, la frivolidad e incluso en la
violencia.
Este escenario, aunado al descredito de
la clase política, ha traído consigo el impulso de diversas campañas para
abstenerse de votar o anular el voto, como una muestra de inconformidad y
castigo a los políticos ante la difícil situación por la que atraviesa el país.
Se trata de iniciativas justas y
legítimas, pero no necesariamente eficaces para lograr que los políticos
rectifiquen su comportamiento, y se erradique la corrupción, la impunidad y los
privilegios reinantes.
De acuerdo con la mayor parte de las
encuestas hasta ahora levantadas, el abstencionismo puede superar el 60 por
ciento del listado nominal de electores, lo que tiene sin cuidado a la clase
gobernante, que convierte los procesos electorales, independientemente del
nivel de participación ciudadana, en su fuente de legitimidad.
Más aún, la baja afluencia de electores
a las urnas facilita la operación del dinero y de los aparatos corporativos del
gobierno y de los partidos políticos para definir los resultados y con ello
lograr el control de los órganos de gobierno.
El objetivo que se han planteado el
gobierno, el PRI y sus aliados es conformar una mayoría absoluta en la Cámara
de Diputados para continuar con sus reformas regresivas, a lo que se suma, de
acuerdo con las listas de candidatos plurinominales registradas por los
partidos, que quienes se perfilan a coordinar las bancadas de los principales
grupos parlamentarios, serán los mismos que suscribieron el llamado Pacto por
México, lo que de concretarse permitirá la consolidación del proyecto
neoliberal encabezado por Peña Nieto y de la coalición conservadora conformada
en su entorno.
Ante esta situación, es importante
destacar dos datos que surgen de las encuestas hasta ahora levantadas,
independientemente de la preferencia electoral de los entrevistados.
En primer lugar, el número de
ciudadanos que rechazan ser encuestados oscila entre el 30 y el 50 por
ciento; en tanto quienes se reservan su opinión o señalan no saber aún por
quién van a votar, supera en promedio al 30 por ciento de los entrevistados, lo
que genera un amplio margen de incertidumbre en la preferencia electoral
efectiva de los ciudadanos.
Ello supone además, en un escenario
conservador, que en caso de que el abstencionismo y los votos nulos sumen el 60
por ciento de los 83.5 millones de ciudadanos inscritos en el listado nominal,
que solo participarán 33.4 millones de electores, con lo que el partido o la
alianza de partidos que obtenga un número de votos cercano al 40 por ciento,
podrá alcanzar una sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados y con ello la
mayoría absoluta en la misma, con apenas el 13 por ciento de los ciudadanos con
derecho a votar. Una mayoría ficticia con nimia legitimidad, como muy bien lo
ha acreditó el pasado 8 de mayo, en estas páginas de El Universal, Gerardo
Esquivel.
El voto es libre y secreto, o al menos
así debería ser. Ejercerlo es un derecho. La abstención consciente o anular el
voto es una opción, como lo son también el votar por un buen candidato -que los
hay-, favorecer el registro de un partido o favorecer el contrapeso a los
partidos del presidente. En todo caso, es tu decisión.
Senador de la República
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