¡No!
El Universal
Alejandro Encinas Rodríguez
Martes 2 de julio de 2013
En tiempos donde lo políticamente correcto es decir Sí y en los
que la animosidad conduce a dirigentes del PRD a afirmar, que el sol azteca
quiere dejar de ser el partido del No para convertirse en el partido del Sí,
hay momentos en que es indispensable ejercer nuestro derecho a decir No. Por
ejemplo:
No a la decisión del gobierno de los Estados Unidos de construir
un muro a lo largo de mil 126 Km. en la frontera entre ambos países que, con un
costo de 30 mil millones de dólares, será vigilado por 40 mil agentes
fronterizos, el uso de aviones no tripulados y una amplia gama de equipos de
alta tecnología, incluyendo radares, sistemas móviles y sensores infrarrojos.
Decir No a esta decisión que es vergonzosa para Estados Unidos y
vergonzante para México. La caída del Muro de Berlín marcó el fin a la Guerra
Fría, pero no el de la intolerancia de un mundo unipolar. Los muros son propios
de un estado de guerra, como sucede en la Franja de Gaza, la frontera Marroquí
con la República Árabe Saharaui o la frontera entre las dos Coreas. Estas
medidas son una ofensa para México. Aunque el plan de reforma migratoria
incluye una vía de legalización para indocumentados, el gobierno estadounidense
no tiene en sus prioridades resolver el fenómeno migratorio conforme a lo
establecido en instrumentos internacionales sobre la protección de los derechos
humanos de las personas en tránsito. Lejos de eso, prejuzga a la población
latinoamericana como un peligro para ese país.
La protección de los connacionales y la defensa de una relación de
igualdad entre Estados soberanos, deben ser temas estratégicos del gobierno
mexicano, mismo que debe exigir respeto a los derechos humanos de los
migrantes; rechazar tajantemente el blindaje y militarización de la frontera, y
establecer una relación donde los asuntos fronterizos se traten de manera
bilateral.
No categórico a la privatización de los hidrocarburos, anunciada
por Enrique Peña Nieto al Financial
Times, el 17 de junio de 2013, donde revela que ante: “la necesidad de
liberalizar Pemex ya se acordó en el marco del llamado Pacto por México”, y que
la reforma incluirá "los cambios constitucionales necesarios para dar
certidumbre a los inversionistas privados”.
Si bien la dirigencia nacional del PRD ha señalado que no se ha
discutido el tema, no ha habido un desmentido ni una clara explicación del
Ejecutivo Federal sobre sus declaraciones en el extranjero. Por el contrario,
tras el posicionamiento público del PRD en materia energética, Cesar Camacho,
Presidente Nacional del PRI, señaló que “el PRD claro que la va a apoyar, ya lo
dijo”, y recordó que “uno de los 95 compromisos del Pacto por México es
justamente acometer la iniciativa de reforma al sector energético”, sin que la
dirigencia perredista señalara algo.
Los hidrocarburos y la renta que genera su explotación son
propiedad de la Nación, no son una mercancía de la que pueda disponer
arbitrariamente el Gobierno. Se trata de bienes nacionales estratégicos, por lo
que debe rechazarse cualquier pretensión por modificar la Constitución, que,
bajo el pretexto de la modernización de Pemex, comprometan la renta petrolera o
el dominio de la Nación sobre los recursos del subsuelo. En todo caso,
cualquier propuesta debe ser debatida públicamente de cara a todos los
mexicanos.
Pemex requiere cambios. Sí, pero éstos pueden lograrse sin su
privatización. Se requiere modificar el régimen fiscal de Pemex; dotarlo de
autonomía presupuestal y de gestión; fortalecer a la Comisión Nacional de
Hidrocarburos; establecer tarifas, precios y subsidios de los combustibles y la
electricidad para garantizar un acceso equitativo a la energía; convertir al
Fondo de Estabilización de Ingresos Petroleros en un organismo financiero;
impulsar la investigación y el desarrollo tecnológico hacia la transición
energética y el cuidado del medio ambiente, y, de manera firme, combatir la
corrupción de funcionarios, empresarios y burócratas sindicales que flagela a
la empresa.
En tiempos del Pacto, cuando se considera como políticamente
correcto decir, Sí; hay que saber cuándo decir No, aunque no sea del agrado de
quienes detentan el poder o de quienes presumen que lo tienen.
Senador de la República
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