50 años después:
2 de octubre no se olvida
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
02 de octubre de 2018
El
día de hoy se conmemoran los 50 años de uno de los sucesos más ominosos de
nuestra historia. La masacre perpetrada por el Estado mexicano contra el
movimiento estudiantil de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
Ese
día, un desplegado publicado en la prensa nacional clamaba: “México entero con
Díaz Ordaz”, quien a unas horas de la concentración que se celebraría en
Tlatelolco había advertido: “No queremos vernos en el caso de tomar medidas que
no deseamos, pero que tomaremos si es necesario (…) Hasta donde estemos obligados
a llegar, llegaremos”.
Para
su gobierno existía un plan internacional de subversión, concebido en La Habana
y en Praga, en el que participaron mexicanos de organizaciones políticas de
izquierda como el Movimiento de Liberación Nacional y el Partido Comunista.
El
gobierno no entendía que el movimiento estudiantil canalizaba la asfixia
impuesta por un régimen autoritario que, al cobijo de un crecimiento económico
sostenido y una falsa estabilidad política, impedía cualquier espacio de
participación política al margen del aparato de control del poder.
Las
heridas derivadas de la cancelación del internado en el IPN en 1956, del
aplastamiento a la huelga ferrocarrilera de 1959, de la represión al movimiento
magisterial en los 60 y del asesinato de Rubén Jaramillo y su familia en 1962,
continuaban abiertas.
A
50 años de estos sucesos vale la pena destacar algunos aspectos del contexto en
que se desarrolló el movimiento:
El
movimiento estudiantil tuvo carácter nacional; no se circunscribió a la Ciudad
de México ni a la Unam, al Poli o a Chapingo, sino que involucró a otras
instituciones públicas de educación superior, como la Escuela Nacional de
Antropología, la Universidad de Guadalajara o la Escuela de Agricultura
Hermanos Escobar; pero también a universidades privadas como la Universidad
Iberoamericana y la Universidad del Valle de México.
Tampoco
se trató de un movimiento estrictamente estudiantil. La movilización de los
jóvenes del 68 permitió articular la inconformidad contra un régimen
autoritario esmerado en sofocar cualquier tipo de oposición, sumando las
demandas de libertad de presos políticos, así como las de libertad sindical de
un importante sector de trabajadores; de reparto de tierras por organizaciones
agrarias, y las de un creciente movimiento urbano en demanda de vivienda, en un
país que había dejado de ser predominantemente rural.
Representó,
además, la confluencia de jóvenes de todo el mundo, quienes, en medio de la
Guerra Fría, dieron lugar a movimientos por la paz, el n de la guerra de
Vietnam y del colonialismo, y la defensa de la Revolución Cubana.
Y
de manera particular, fue la rebelión de los jóvenes contra una sociedad
autoritaria, contra la familia patriarcal, el despotismo en las escuelas y en
las iglesias. Una ruptura contra el orden establecido y la emergencia de una
nueva cultura en búsqueda de libertades, de la paz, el amor libre, el
feminismo, la protección de la naturaleza, así como el surgimiento de nuevas
formas de expresión: el rock, proscrito entonces por el gobierno y por la
iglesia que lo consideraba “música diabólica”, en la literatura de la onda, en
el teatro al desnudo, en la pintura abstracta. Una ruptura contra un modelo que
exaltaba el individualismo y el consumismo para alcanzar una nueva sociedad, y
edificar al hombre —y la mujer— nuevo: “Seamos realistas, alcancemos lo
imposible”
La
represión sofocó al movimiento, los Juegos Olímpicos se celebraron y Díaz Ordaz
asumió la responsabilidad por los sucesos, pero no pudo detener el cambio. Al
cumplirse cincuenta años de la brutal represión al movimiento estudiantil de
1968, el sueño y los ideales de los jóvenes estudiantes han derrotado al viejo
Estado. 2 de octubre no se olvida.
Diputado del Congreso de la Ciudad de México
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