Iguala: el terror
El Universal
Alejandro Encinas Rodríguez
martes 07 de Octubre 2014
Al momento de
escribir esta colaboración, prevalece la incertidumbre respecto a la identidad
de los 28 cuerpos calcinados, encontrados en seis fosas en la zona de Pueblo
Viejo, municipio de Iguala, Guerrero, que se presume podrían tratarse de
algunos de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa
desaparecidos tras el artero ataque que policías de ese municipio y grupos
delictivos realizaron el pasado 26 de septiembre, en el cual resultaron seis
personas muertas.
Estamos ante un
escenario de descomposición política similar al de la guerra sucia de los años
setenta. Más allá de las campañas mediáticas prevalece un proceso sistemático
de debilitamiento del Estado y de sus instituciones, mismas que han sido
incapaces de garantizar la seguridad de los ciudadanos.
México atraviesa
por una situación en la que el miedo a la violencia y un futuro incierto, se
han anidado en lo más profundo de nuestra sociedad, que ahora afronta actos de
terror.
Guerrero y el país
en su conjunto, viven una etapa difícil y dolorosa, que exige del Gobierno
Federal, de los estados de la República y de todos los actores, en especial de
los partidos políticos, enfrentar esta situación y evitar que la impunidad se
imponga sobre la barbarie que representan estos hechos y que asuman su
responsabilidad para generar condiciones de paz y para terminar con el horror
que prevalece.
En el caso de
Guerrero, y en especial de los acontecimientos sucedidos en Iguala, el PRD
tiene una deuda moral particular, más aún cuando se conocieron diversas
denuncias previas contra el presidente municipal José Luis Abarca Velázquez,
hoy prófugo de la justicia, por su presunto vínculo con la delincuencia
organizada, así como por su probable participación en el secuestro y asesinato
del dirigente perredista, Arturo Hernández Cardona.
Es del dominio
público en Iguala, el enriquecimiento del alcalde prófugo, quien de ser
un modesto empresario dedicado a la venta de sombreros, pasó al comercio
de joyas de oro y a ser propietario de la plaza comercial Galerías Tamarindo y
de centros educativos, y cómo a su llegada al Gobierno municipal se consolidó
en la región el cartel Guerreros Unidos, grupo delictivo que surgió en 2009
tras el asesinato de Arturo Beltrán Leyva, que es encabezado por Salomón Pineda
Villa, “El Molon”, cuya hermana, María de los Ángeles Pineda Villa, es esposa
de Abarca Velázquez.
Guerreros Unidos
mantiene el control absoluto de Iguala y de su policía municipal, con una
estructura territorial manzana por manzana, fincada en el miedo y el
aniquilamiento de cualquier disidente, por lo que también cobra relevancia el
asesinato cometido en 2013 de Justino Carvajal Salgado, síndico municipal,
quien mantuvo serias diferencias con el Presidente Municipal.
Nadie desconoce el
apoyo económico de Abarca Velázquez a las campañas electorales del PRD y cómo
fue promovido por la corriente Nueva Izquierda a la presidencia municipal. Ni
tampoco su pretensión de obtener una diputación en 2015 heredando a su esposa
la presidencia municipal, la que recientemente fue electa consejera estatal del
PRD bajo las siglas de esa corriente política.
El Gobierno de
Guerrero debe rendir cuentas claras de estos hechos e impedir la impunidad
castigando a los culpables, en tanto la dirección del PRD debe abandonar el
pragmatismo que ha permitido que la ambición por el dinero y por mantener el
control del partido, abra la puerta a delincuentes. (Senador de la República).
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