El país de Nunca Jamás
Alejandro Encinas Rodríguez
martes,
25 de septiembre de 2012
La novela constituye una metáfora de la infancia
eterna, pero también se relaciona con la sensación de inmortalidad y de
escapismo ante la incapacidad de algunas personas para entablar lazos
significativos con la realidad, quienes establecen un refugio psicológico para
protegerse de lo que pasa en el mundo y su alrededor. De acuerdo con la
leyenda, para llegar a este lugar se debe “girar en la segunda estrella a la
derecha, volando hasta el amanecer”, hasta llegar…a Los Pinos.
Con una mala parodia, el México del “Nunca Jamás”
en que sueña Calderón se convirtió en el reflejo de un universo donde la
infancia política se eternizó, donde el Ejecutivo federal recreó al político
que no quiso crecer para evitar las responsabilidades de la edad madura. El
último informe de gobierno de Felipe Calderón constituye la cúspide de la
ficción con que se pretende esconder el saldo de una gestión desastrosa. La
recreación de un país imaginario, donde la fatuidad con que se presume la
estabilidad macroeconómica y la cruzada contra el crimen, evade la realidad que
enfrentan a diario los mexicanos.
Esta infancia política retozó en un juego de
sangre, que pese a vaciar los cuarteles e inundar el territorio nacional de
policías, marinos y soldados, causó más de 95 mil víctimas, 230 mil desplazados
y miles de desaparecidos.
Para el gobierno de México del “Nunca Jamás”,
nuestro país es respetado en el mundo no importan editoriales como el de Le
Monde, en el cual consideran a México una “espiral de la barbarie”, una
“auténtica hecatombe” que constituye “el conflicto más mortífero del planeta en
los últimos años”. En el México del “Nunca Jamás” la corrupción y la impunidad
establecieron sus reales, lo mismo en obras inútiles y celebraciones faraónicas
e innecesarias, que en el lavado de más de tres billones de pesos.
En el México del “Nunca Jamás” los agentes de la
DEA y la CIA operan con toda libertad y “orientan” a un gobierno débil y
confundido, mientras los negocios de los cárteles de la droga son 15 veces más
rentables que las empresas de Carlos Slim. En el México del “Nunca Jamás” no
importa el autodenominado “presidente del empleo”, dejar un saldo de 52
millones de pobres; 13 millones de personas en la economía informal; 2.5
millones de desempleados y 4 millones de subocupados; por el contrario, impulsa
una contrareforma laboral para justificar el despido.
En el México del “Nunca Jamás”, la evasión se
contagia, como sucedió con el diputado Luis Alberto Villareal en la instalación
del Congreso, quien aseveró: “Ha sido meta del PAN en el gobierno generar el
estado de bienestar que ni siquiera en los países del primer mundo se ha
alcanzado”. En el México del “Nunca Jamás” no importa que se enfrente la mayor
descomposición del sistema ni que se profundice el descrédito y la crisis de
las instituciones públicas, pues la alternancia del panismo no significó cambio
alguno al viejo régimen priísta, sino la profundización del mismo.
El México del “Nunca Jamás” es también el país de
la teleficción y de los monopolios. El de la supremacía de los medios de
comunicación y la oligarquía económica sobre la subordinación de las
instituciones del Estado.
Calderón parece replicar el llamado de Peter Pan
a los niños cuando se separan en definitiva de él: “¡Volved conmigo a mi país!
---les rogó Peter Pan--- No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no
perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos
siempre juntos”.
Ante el mundo imaginario de Calderón, donde no
pasa el tiempo y nada pasa, quienes luchamos por una verdadera transformación
de México hemos aprendido a medir el tiempo, y a Felipe Calderón le ha llegado
su tiempo.
Senador de la República
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