EL UNIVERSAL
Alejandro Encinas Rodríguez
07 de noviembre de 2012
Alejandro Encinas Rodríguez
07 de noviembre de 2012
Narcoempresarios
La denuncia de Humberto Moreira respecto a la participación de narcoempresarios
vinculados a la explotación de minas de carbón en el asesinato de su hijo,
descubre con crudeza la punta de un enorme iceberg de lo que representa la
presencia de la delincuencia organizada en la economía nacional.
A nadie escapa la creciente diversificación de las actividades delictivas que, teniendo como origen el narcotráfico, pasaron en un primer momento de la comisión de diversos delitos —robo de vehículos, trata y tráfico de personas, extorsión, derecho de piso, piratería— hacía otras actividades con las que buscaban afianzar el control de amplias zonas del territorio nacional y acrecentar sus ganancias en otras ramas de la economía formal, como la inmobiliaria, la comercial y el sistema financiero.
Es un tema tabú, pero la expansión y presencia del crimen organizado, o de los que se ha denominado la “organización empresarial delictiva”, es un fenómeno que, como señala Felipe Zermeño, se ha fortalecido y extendido su influencia económica y social en el modelo de globalización. No se trata, dice, sólo de narcotráfico: la actividad de la delincuencia organizada participa directamente en el comercio mundial de bienes y servicios, lícitos e ilícitos y, de manera especial, en el sistema financiero.
Dentro de este fenómeno, las empresas legales y las organizaciones empresariales delictivas establecen vínculos cada vez más frecuentes, donde la conjunción de intereses y objetivos encuentran identidad en la justificación ética de los grandes empresarios ante los capos del crimen organizado, que no es otra que la acumulación de capital y poder, donde la producción y comercialización de estupefacientes constituye una especie de acumulación originaria de capital de la organización delictiva.
Ello concuerda con lo señalado en el Mapa Akal de criminalidad financiera, elaborado en 2002 por Jean Maillard y otros autores y en el cual se señala que “una masa gigantesca de capitales pasa cada día de mano en mano en los mercados de cambio, situándose en unos 1.3 billones de dólares al día: cinco veces el presupuesto anual del Estado francés. Cifra que está totalmente desconectada de la economía real, puesto que las exportaciones mundiales de bienes y servicios sólo alcanzan los 18 mil millones de dólares al día, es decir, siete veces menos”.
Según la ONU, el dinero sucio utiliza los mismos circuitos que las finanzas especulativas; la economía de la droga representa el 8% del comercio mundial y se estima que el dinero proveniente de actividades ilícitas alcanza al menos 800 mil millones de dólares. Ello encuentra un caldo de cultivo adicional en la exclusión social que se deriva de la desmedida concentración del ingreso, que genera mayores niveles de pobreza y permite que la población marginada sea la base social que recluta el crimen organizado. Estamos ante un fenómeno racional y ante negocios bien estructurados donde la organización y modo de actuar de las empresas delictivas diluye las fronteras con las empresas de la economía lícita.
La denuncia de Moreira no trata de narcos que sobreexplotan a trabajadores inermes en los tiros de las minas de carbón, sino de un asunto de la mayor trascendencia que emplaza a la autoridad hacendaria, a la Asociación de Bancos de México, a la Comisión Bancaria y de Valores, al sector inmobiliario, entre otros, a reconocer, aclarar y enfrentar el enorme peso que el dinero ilícito tiene en la economía nacional.
Senador por el PRD
A nadie escapa la creciente diversificación de las actividades delictivas que, teniendo como origen el narcotráfico, pasaron en un primer momento de la comisión de diversos delitos —robo de vehículos, trata y tráfico de personas, extorsión, derecho de piso, piratería— hacía otras actividades con las que buscaban afianzar el control de amplias zonas del territorio nacional y acrecentar sus ganancias en otras ramas de la economía formal, como la inmobiliaria, la comercial y el sistema financiero.
Es un tema tabú, pero la expansión y presencia del crimen organizado, o de los que se ha denominado la “organización empresarial delictiva”, es un fenómeno que, como señala Felipe Zermeño, se ha fortalecido y extendido su influencia económica y social en el modelo de globalización. No se trata, dice, sólo de narcotráfico: la actividad de la delincuencia organizada participa directamente en el comercio mundial de bienes y servicios, lícitos e ilícitos y, de manera especial, en el sistema financiero.
Dentro de este fenómeno, las empresas legales y las organizaciones empresariales delictivas establecen vínculos cada vez más frecuentes, donde la conjunción de intereses y objetivos encuentran identidad en la justificación ética de los grandes empresarios ante los capos del crimen organizado, que no es otra que la acumulación de capital y poder, donde la producción y comercialización de estupefacientes constituye una especie de acumulación originaria de capital de la organización delictiva.
Ello concuerda con lo señalado en el Mapa Akal de criminalidad financiera, elaborado en 2002 por Jean Maillard y otros autores y en el cual se señala que “una masa gigantesca de capitales pasa cada día de mano en mano en los mercados de cambio, situándose en unos 1.3 billones de dólares al día: cinco veces el presupuesto anual del Estado francés. Cifra que está totalmente desconectada de la economía real, puesto que las exportaciones mundiales de bienes y servicios sólo alcanzan los 18 mil millones de dólares al día, es decir, siete veces menos”.
Según la ONU, el dinero sucio utiliza los mismos circuitos que las finanzas especulativas; la economía de la droga representa el 8% del comercio mundial y se estima que el dinero proveniente de actividades ilícitas alcanza al menos 800 mil millones de dólares. Ello encuentra un caldo de cultivo adicional en la exclusión social que se deriva de la desmedida concentración del ingreso, que genera mayores niveles de pobreza y permite que la población marginada sea la base social que recluta el crimen organizado. Estamos ante un fenómeno racional y ante negocios bien estructurados donde la organización y modo de actuar de las empresas delictivas diluye las fronteras con las empresas de la economía lícita.
La denuncia de Moreira no trata de narcos que sobreexplotan a trabajadores inermes en los tiros de las minas de carbón, sino de un asunto de la mayor trascendencia que emplaza a la autoridad hacendaria, a la Asociación de Bancos de México, a la Comisión Bancaria y de Valores, al sector inmobiliario, entre otros, a reconocer, aclarar y enfrentar el enorme peso que el dinero ilícito tiene en la economía nacional.
Senador por el PRD
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