Reforma energética: el otro fracaso
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
Martes, 09
Agosto 2016
El 4 de enero de 2015, Enrique Peña Nieto difundió un tuit en su cuenta
personal que señalaba “Gracias a la Reforma Hacendaria, por 1era vez en 5 años,
ya no habrá incrementos mensuales a los precios de la gasolina, diésel y gas
LP”.
El mensaje formaba parte de una intensa campaña mediática con la que el
gobierno federal festinaba las reformas estructurales derivadas del Pacto por
México, en el que se aseguraba que bajarían los precios de los combustibles y
la electricidad; generando, dijo, un mayor desarrollo económico en beneficio de
la sociedad. La realidad ha demostrado, una vez más, que el prometido país de
las maravillas fue un engaño. Desde la promulgación de las reformas a la fecha,
los precios de los energéticos, lejos de disminuir, se han incrementado,
dañando a la economía popular, evidenciando así el fracaso de la reforma
energética.
A lo largo de la última década, el aumento en el costo de los
energéticos ha sido una constante. Tan solo, durante los primeros tres años del
actual gobierno, las gasolinas registraron aumentos que rondan el 30 por
ciento, mientras que el salario mínimo tuvo un incremento de apenas 16 por
ciento (73.04 pesos diarios), lo que apenas alcanza para adquirir 5.2 litros de
gasolina Magna (13.98 pesos por litro).
La gasolina en México es una de las más caras del mundo. Por ejemplo: en
Estados Unidos el precio fluctúa por debajo de los 60 centavos de dólar por
litro (11.40 pesos), mientras en Venezuela se mantiene un precio de 21 centavos
de dólar por litro (4.00 pesos).
Al mismo tiempo, la Comisión Federal de Electricidad ha anunciado que
las tarifas de este energético subirán para el sector industrial entre 2 y 5
por ciento; para el uso comercial, entre el 5 y 7 por ciento, y la tarifa de
uso doméstico de alto consumo aumentará 6.8 por ciento.
Ello ha impactado en los precios de diversos productos y de servicios,
lo que llevó a que la inflación en el mes de julio alcanzara un 2.72 por
ciento, cuando la inflación estimada para este año era de 3 por ciento.
¿Por qué razón aumenta el precio de las gasolinas y las tarifas de
electricidad, si el costo internacional del petróleo ha disminuido, y el precio
del gas natural que se utiliza en la mayoría de las plantas de generación de
electricidad no ha aumentado? ¿Acaso el pilar del discurso neoliberal para
justificar la apertura indiscriminada del mercado no consiste en sujetarse a
las reglas de la oferta y la demanda?
La respuesta no puede reducirse, como ha pretendido el titular de
Hacienda, a la dinámica económica global o a los daños colaterales del Brexit
británico. Se trata de la incompetencia gubernamental para solventar el déficit
fiscal, resultado del desmedido incremento del gasto corriente en más de un
billón de pesos y la caída del 26 por ciento en la inversión en infraestructura
en los últimos tres años.
Hoy, el 36 por ciento del costo final de las gasolinas corresponde al
Impuesto Especial de Producción y Servicios, el cual ha tenido un crecimiento
en su recaudación del 17.6 por ciento, muy por encima del Impuesto Sobre la Renta
que creció en 11.3 por ciento, y del IVA que creció 5.2 por ciento; sumando al
mes de mayo del presente año 116 mil 400 millones de pesos, mientras que los
impuestos por exploración y explotación de hidrocarburos recaudaron sólo mil
646 millones de pesos en el mismo periodo.
Ese es el resultado de la reforma energética y su rotundo fracaso. No
llega la inversión esperada, crece el número de despidos de personal técnico
altamente calificado, se malbaratan los bienes de Pemex, se entrega a
particulares campos petroleros consolidados, complejos petroquímicos y se
concesionan las pocas refinerías del país como la de Ciudad Madero.
No existe justificación técnica para el aumento en el precio de la
gasolina y de las tarifas eléctricas. Se trata de solventar las ineficiencias
gubernamentales, su propósito recaudatorio tendrá graves efectos
inflacionarios, cargando sobre los hombros de los mexicanos el déficit en la
hacienda nacional.
Así como es inevitable la revisión de la reforma educativa, lo es
también revisar la reforma energética. (Senador de la República)
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