El dinosaurio acorralado
El Universal
Martes, 28 de junio de 2016
Los resultados de los recientes comicios electorales han surtido
sus primeros efectos. Un panismo ensoberbecido que desconoce cualquier
aportación de su alianza con el perredismo; un PRD sin rumbo ni timonel, el
crecimiento exponencial de Morena, y un priísmo que ha sufrido el mayor revés
electoral de su historia en la disputa por las gubernaturas en el país.
El dinosaurio se encuentra acorralado:
En lo electoral, la pérdida de seis gubernaturas; 54 diputados
locales y 58 ayuntamientos, implica que el PRI dejará de gobernar a casi 12
millones de mexicanos en enclaves tan importantes como Veracruz y ciudades
capitales como Chetumal, Chihuahua, Pachuca y Zacatecas, mientras que en la
Ciudad de México obtuvo menos votos que los candidatos independientes y los
votos nulos.
La economía se estanca. Las estimaciones de crecimiento continúan
a la baja (2.1%). El crecimiento económico durante el primer trienio de Peña
Nieto es el más bajo de los últimos cinco sexenios, mientras la deuda pública
neta ha pasado del 33.2 por ciento del PIB en 2012 al 43.5 por ciento en 2015
(7 mil 883 millones de millones de pesos). El tipo de cambio continúa al alza
rondando los 20 pesos por dólar. El recorte al gasto público suma 164 mil
millones de pesos, afectando especialmente a los sectores educación y salud,
justamente donde se enfrentan los principales conflictos laborales con
maestros, médicos y enfermeras.
En lo social, el rechazo a la política económica, a la reforma
educativa y a la privatización de la seguridad social, se topa con la
intransigencia y la represión. Nochixtlán, se suma a una larga lista de
violencia de Estado y de violaciones a los derechos humanos, por más que Peña
Nieto pretenda minimizarlo con sus declaraciones desde Canadá.
Sus aliados tradicionales: la jerarquía eclesiástica, los
representantes de las familias de derecha y los empresarios, manotean ante las
iniciativas de matrimonio igualitario y sobre la transparencia a la que se
deben someter los contratistas del gobierno, a las que algunos priístas acuden
como coartada para justificar su derrota electoral.
En el PRI la sucesión se acelera. La remoción de Manlio Fabio
Beltrones, quien en su renuncia, parafraseando a Luis Donaldo Colosio, subrayó:
“lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo resienten”, y el alto costo
político que pagó Emilio Gamboa ante la resistencia oficial a la llamada Ley 3
de 3, remueve contrapesos internos y todas las piezas del tablero priísta,
donde la próxima elección en el Estado de México, atisba una disputa por la
dirigencia nacional de ese partido y un nuevo reacomodo de la clase política
mexiquense y sus aliados en el núcleo gobernante.
El dinosaurio se encuentra acorralado y el escenario nacional hace
prever nuevos coletazos, a menos que se rectifique el rumbo. Dialogar con los
médicos y el magisterio, liberar a sus dirigentes y a todos aquellos presos de
consciencia. Escuchar los disensos con apertura para construir una ruta de
solución a los problemas existentes.
Contra lo previsto por el gobierno y sus corifeos, López Obrador
ha tendido un puente: crear un Gobierno de transición encabezado por Peña
Nieto, conformando un nuevo gabinete con una actitud de diálogo y
reconciliación, que permita la recomposición del país en un ambiente de
tranquilidad y paz social.
Se ve distante una respuesta favorable a este planteamiento. Sin
embargo hay que asumir que en un momento de tensión como el que actualmente
vive el país, se avizoran sólo dos caminos: o el coletazo autoritario del viejo
dinosaurio hoy acorralado, o recuperar el proceso trunco de la transición
política en México que asuma que la pluralidad, la disidencia y la alternancia
son consustanciales a la democracia. (Senador de la República)
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