Islas Marías
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
19 de Febrero de 2019
“Las Islas Marías
son, a lo más, una idea, un concepto, nunca un lugar situado en el tiempo y en
el espacio. Acaso alguna playa de arena hirviendo, blanca, sin color, donde el
sol bebe tierra. Alguna tierra de hombres vencidos, cuyas cabezas se inclinan sobre
el tiempo, abarcando en los brazos, sin contener, toda la condena. ¿Qué pueden
ser las Islas Marías? No una tierra sino un gesto; escena pura, drama
monstruosamente simple y apagado, sin recurso hacia la vida, como un golpe
pequeño y débil que se diera en lo más hondo del mar. Algo lejano y amarillo
sin referencia”.
Así describió José
Revueltas a este pequeño archipiélago de cuatro islas, ubicado en el pacífico
mexicano, frente a las costas de Nayarit, donde, en el año 1905, Porfirio Díaz,
estableció en primer centro penitenciario federal, con una población de 190
personas privadas de su libertad, replicando el modelo de la Isla de Alcatraz,
en California y el de la isla del Diablo, en la Guyana francesa, reproduciendo
las mismas y deleznables prácticas de aquellos penales, donde, tras la
Revolución mexicana, Álvaro Obregón enviaba a encarcelar a los políticos
disidentes al régimen.
Como parte de este
modelo carcelario, durante los años 40 llegaron las primeras familias de los
presos a vivir con los sentenciados, situación que ha prevalecido, hasta hoy,
con un muy reducido número de familias, entre las que se encuentran ocho niños.
Durante la década
de los 50, el Centro Penitenciario confinaba, por igual, a los presos de mayor
peligrosidad, junto con los disidentes políticos, bajo prácticas de extrema
crueldad como el trabajo forzado, los grilletes y el apando, el que consistía
en un cubo de láminas de acero de alrededor de un metro cúbico, ubicado a la
intemperie bajo los rayos de un intenso sol, de donde surge la fama de la
prisión más cruel e inhumana de México, de la que diera testimonio la película,
Las Islas Marías, protagonizada por Pedro Infante en 1951.
Son muchas las
historias de horror que dan cuenta de la violencia sufrida en esa prisión, al
igual que de los personajes que fueron confinados en ella: José Revueltas, el
gran escritor mexicano; la madre Conchita, Concepción Acevedo de la Llata,
acusada de ser la autora intelectual del asesinato de Álvaro Obregón; Pancho
Valentino, “el Ministro del Demonio”, un luchador profesional que
asesinó a un cura;
José Ortiz Muñoz, “el Sapo”, un sanguinario soldado, que se arrogaba el
asesinato de 150 personas durante una manifestación en León, Guanajuato en
1946, y que fue trasladado del Palacio Negro de Lecumberri, tras el asesinato
de un migrante cubano, así como el General Ricardo Martínez Perea, acusado de
colaborar con el tráfico de drogas, liberado apenas en 2016. O personajes
emblemáticos, como el padre jesuita Juan Manuel Martínez Macías, “el padre Trampitas”,
quien vivió en las islas durante 37 años de manera voluntaria.
Una historia negra
que hoy queda atrás, tras la determinación del Presidente de República, quien
ha emitido un decreto para cerrar el penal y dar cabida a la consolidación de
un área natural protegida, declarada por la Unesco como Reserva de la Biosfera
en 2010, abierta a la investigación científica, así como a la formación y
recreación para niñas, niños y jóvenes que encontrarán un espacio para las
artes y la cultura en lo que será el Centro de Educación Ambiental y de
Capacitación “Muros de agua-José Revueltas”, lo que marcará un nuevo paradigma
en la política y la historia penitenciaria del país, regidas bajo los
principios de reinserción social y respeto a los derechos humanos, dejando
atrás los grilletes y la tortura, abriendo una puerta a la libertad.
(Subsecretario de
Derechos Humanos, Población y Migración)