El
poder de los símbolos
Alejandro Encinas
Rodríguez
El Universal
11 de diciembre de 2018
Han
sido abundantes y diversas las notas informativas, los comentarios y reflexiones
de lo sucedido durante la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador y el
inicio del nuevo gobierno. Independientemente del sentido de cada uno de éstos,
lo cierto es que el 1 de diciembre de 2018 marca un antes y un después en la
historia de nuestro país.
Más
allá de la relevancia de actos protocolarios de un sistema republicano, los
eventos celebrados desde el primer minuto de ese día dan cuentan de la
profundidad del cambio que vive México, cuando en la Secretaría de Gobernación,
en el Salón Revolución, el mismo sitio donde, en 1988, se cayó (o calló) el
sistema, una mujer, la primera en asumir las tareas para la gobernabilidad,
armó: “La política interior del país tendrá una visión distinta, la de una
mujer”.
Los
eventos emblemáticos se sucedieron uno tras otro. El diputado Porfirio Muñoz
Ledo (quien interpeló por vez primera a un presidente de la República —a Miguel
de la Madrid, durante su último informe, el 1 de septiembre de 1988—
derrumbando así el mito del “día del Presidente”), 30 años después llamaba al
orden a los legisladores y entregaba la banda presidencial a López Obrador
El
arribo al Palacio Legislativo de una larga lista de mandatarios y
representantes de gobiernos extranjeros, destacadamente de América Latina y del
Caribe, dan cuenta de la relevancia de la asunción de un gobierno, a
contracorriente de la tendencia mundial, emanado de la izquierda.
Por
el vestíbulo de San Lázaro ingresaron —con excepción de Nicolás Maduro, quien
arribaría a la comida en Palacio Nacional— lo mismo Evo Morales de Bolivia que
Juan Orlando Hernández de Honduras; Chen Yueyue, vicepresidente de la Asamblea
Popular de China, que Julie Payette, Gobernadora General de Canadá; Miguel Díaz
Canel de Cuba, que Martín Alberto Viscarra Cornejo de Perú o Jimmy Morales de
Guatemala
Paradojas
de la vida. Por azares del destino, me correspondió recibir al Rey de España,
Felipe VI, y se dijo: un ex comunista mexicano acompaña al monarca. Son los
nuevos tiempos.
El
salón de sesiones luce distinto. Sin faltar las protestas de la oposición, se
ven tribunas ahora colmadas por civiles y cadetes que escoltan al mandatario
entrante, dejando atrás los gestos adustos del extinto Estado Mayor
Presidencial
Una
vez rendida la protesta de ley, el Presidente dirigió un mensaje sin
desperdicio. Tras la cortesía honesta al mandatario saliente, sin ambigüedades,
López Obrador presentó su diagnóstico y propuestas. “Recibimos un país en
ruinas”, acotó, en tanto Peña Nieto no disimuló su incomodidad y optó por tomar
nota.
Es
inevitable recordar el discurso del entonces Jefe de Gobierno del Distrito
Federal, el 6 de abril de 2005, ante el pleno de la Cámara de Diputados durante
el juicio de procedencia en su contra: “Comparezco con dignidad ante este
tribunal por el juicio de desafuero en mi contra. (…) Cómo deben suponer estoy
acostumbrado a luchar. No soy de los que aceptan dócilmente condenas injustas.
Me voy a defender y espero contar con el apoyo de hombres y mujeres de buena
voluntad (…) No soy un ambicioso vulgar, ni llevaré a nadie al enfrentamiento.
Todo lo que hagamos se inscribirá en el marco de la resistencia civil pacífica.
(…) Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que falta que a ustedes y a mí nos
juzgue la historia”. Trece años y siete meses después, el juicio fue emitido.
El
festejo popular a lo largo del día se convirtió en una verbena sin precedente,
que dejó en el olvido el temor de los hombres de poder a la protesta, y las
plazas cercadas por vallas y elementos de las fuerzas de seguridad sobre las
que pretendieron cimentar su “legitimidad” quienes no la lograron en las urnas.
La
entrega del bastón de mando de las autoridades de los pueblos originarios
reivindicó nuestra multiculturalidad e invistió al Presidente de la legitimidad
de quienes durante décadas fueron invisibilizados: “En nombre de los pueblos
indígenas venimos con todo respeto, pero con una gran responsabilidad, a
depositar en sus manos el bastón de mando, sirva para usted mandar obedeciendo
al pueblo”.
EL
UNIVERSAL sintetizó en una frase lo ocurrido: “En un día comió con un rey y se
hincó ante un indígena”. Símbolos inequívocos de un país que ya cambió.
Subsecretario de Derechos
Humanos
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