Cambio de época
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
10 julio de 2018
El
triunfo contundente que obtuvo Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio
demolió, desde sus cimientos, los mitos y dogmas ideológicos que durante
décadas fueron soporte del discurso de la guerra fría y de los gobiernos
autoritarios emanados de la revolución institucionalizada en nuestro país.
Durante
décadas se armó que el gobierno de EU jamás permitiría un gobierno de izquierda
al sur de su frontera y que el PRI no cedería el poder pacíficamente, como
sostenía el emblemático líder charro Fidel Velázquez: “a balazos llegamos al
poder y sólo a balazos nos van a sacar, no con votos”.
De
la misma manera, se devastaron las estrategias para mantener un régimen
político agotado, como el aliento de un sistema bipartidista de derechas,
similar al existente en el vecino del norte, acuñado a partir de 1988 con el
reconocimiento del PAN al gobierno de Salinas de Gortari y el inicio de las
concertacesiones.
Fueron
derrotadas las alianzas electorales pragmáticas, que llevaron al PAN a la mayor
derrota electoral de las últimas décadas, y al PRD a los linderos de la pérdida
de su registro y su virtual disolución.
Como
también sucedió con las políticas de cooptación y secuestro de la izquierda,
que rindieron pírricos frutos, desde la llamada “apertura democrática” de Luis
Echeverría hasta el Pacto por México, así como también la farsa alentada desde
el Estado, la intelectualidad y la izquierda oficialista respecto a la
necesidad de consolidar una nueva izquierda, moderna, funcional al régimen,
para lo cual el Estado no tuvo reparo alguno, incluso para imponer al PRD la
dirigencia nacional en 2008.
El
resultado significó la derrota de la guerra sucia y de las posiciones más
conservadoras del sector empresarial que, subestimando la capacidad de
mexicanos para tomar decisiones, manifestaron su desprecio por la democracia y
la libertad del sufragio, al igual que no prosperaron los amagos de fuga de
capitales y devaluación de nuestra moneda.
La
amplia afluencia a las urnas acabó con el mito de que las estructuras
partidarias, las organizaciones clientelares, la compra de votos, el desvío
ilegal de recursos y el dispendio se impondrían, al igual que, se aseguraba,
los millennial no votarían por el candidato de mayor edad.
Hace
bien Andrés Manuel en asumir que este triunfo histórico resulta de la lucha de
generaciones de la izquierda y de las fuerzas progresistas por la
transformación democrática. Así como en reivindicar a personalidades claves en
este proceso: Valentín Campa, Demetrio Vallejo, Rubén Jaramillo, Heberto
Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez, Porfirio Muñoz Ledo, entre
otros, a los que sumaría a Arnoldo Martínez Verdugo. Un sueño y una aspiración
que él ha logrado cristalizar
El
triunfo marca un cambio de época. La expectativa que ha levantado implica
enormes retos, en particular el combate a la corrupción; la reversión de la
desigualdad; el establecimiento de una estrategia de combate eficaz al crimen;
en garantizar la estabilidad abatiendo la deuda, evitando el déficit e
impulsando el mercado interno y el empleo; rescatando al campo y
reindustrializando al país sin dejar de mirar al mundo. Volver la vista hacia
el sur, cuando este triunfo representa un caso único en el mundo, ante el reujo
de los gobiernos de izquierda y el reposicionamiento de la derecha.
El
cambio entraña retos para la democracia y la construcción de un nuevo régimen,
que debe partir de la transformación radical de las instituciones, copadas por
la burocracia y la corrupción, así como de la creación de un nuevo sistema de
partidos y de las reglas en la competencia electoral, lo que implica hacer de
Morena, hoy principal fuerza política, un verdadero partido que evite la crisis
del éxito y la tentación del mayoriteo en el Congreso de la Unión y en los
Congresos locales donde predomina, y, por el contrario, edifique una nueva
mayoría democratizadora.
El
viejo régimen ha quedado atrás; el nuevo está por construirse. La legitimidad
del respaldo ciudadano y el bono democrático que representa son los cimientos
de la profunda transformación que se avecina, y que el nuevo gobierno deberá
forjar.
Senador
de la República
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