Información veraz para construir comunidad
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
31 de marzo, 2020
La
pandemia desatada por el Coronavirus a nivel mundial ha venido acompañada de
otras plagas igual de devastadoras: la desinformación, los discursos
discriminatorios e incluso el fanatismo. Durante las últimas semanas, han
proliferado noticias e informaciones falsas a través de las redes sociales y en
distintos medios de comunicación, que pretenden enturbiar el ambiente político,
crear confusión y alentar el miedo.
Abundan
ejemplos de políticos y comunicadores, que sin fundamento técnico o científico
alguno, difunden información de manera irresponsable. Lo que ha alentado
actitudes y discursos discriminatorios contra distintas nacionalidades e
incluso contra quienes se presume son portadores del virus.
Un
caso relevante, lo representan algunos ministros religiosos que advierten que
el Coronavirus es la respuesta de Dios para “que la gente se arrepienta de sus
malos caminos”. “Todo esto -señalan-, es la voz de Dios con respecto a la
homosexualidad desenfrenada, a los matrimonios entre hombres con hombres, de mujer
con mujer, que rompen con el principio divino para la familia. El propósito
prioritario que Dios tiene con esto, es que la gente se arrepienta de sus malos
caminos”.
Enfrentamos
una emergencia que nos exige, a todos por igual, actuar con responsabilidad,
dejando atrás frivolidad y protagonismos, para enfrentar la pandemia.
Necesitamos
de información veraz y confiable. Los discursos que relacionan la
homosexualidad, las decisiones de las mujeres sobre sus cuerpos o la
nacionalidad de las personas con el origen del coronavirus no contribuyen a ese
fin. Por el contrario, alimentan un ambiente de rechazo y estigmatización de
grupos que viven condiciones históricas de violencia, como son las personas de
la diversidad sexual, las mujeres y los extranjeros.
No
se trata de censurar estos discursos ni el derecho de las personas a expresarse
libremente. El Estado tiene la obligación de garantizar la libertad de
expresión y los derechos a la igualdad, a la seguridad y al bien superior que
representa hoy la salud pública y la vida. Sin embargo, es necesario combatir
las ideas falsas y prejuiciosas con información veraz.
Las
asociaciones religiosas, por su alcance e influencia social, pueden hacer la
diferencia en esta coyuntura, si promueven la unidad y la solidaridad entre
todas las personas, como lo ha hecho el Papa Francisco estos días, y no la
división y el rechazo.
La
ONU ha reiterado que “en una sociedad democrática, los Estados deben proteger
la libertad de expresión al mismo tiempo que deben garantizar la igualdad y la
seguridad de las demás personas”. Lo que no significa censurar o prohibir las
declaraciones que puedan ser intolerantes u ofensivas, sino tomar medidas
adecuadas que protegen dichos derechos y libertades, ante aquellos discursos
que hagan una apología del odio o que constituya incitación a la violencia.
Como
señala la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión, “el carácter
ofensivo del discurso, por sí solo, no es razón suficiente para restringirlo.
Al discurso que ofende por la intrínseca falsedad de los contenidos racistas y
discriminatorios es necesario refutarlo, no silenciarlo: quienes promueven esas
visiones necesitan ser persuadidos de su error en el debate público. Ante la
inequidad de las opiniones no hay mejor respuesta que la justicia de los
argumentos, y eso requiere más y mejor discurso, no menos”.
Una
de las aristas que acompañan la pandemia, es el necesario debate público para
que, más allá de los discursos de odio y de las profecías, cultivemos un
ambiente de cooperación y solidaridad, que fortalezca la sana convivencia
familiar y comunitaria en momentos en que el guardarse en casa, lejos de
representar una actitud pasiva ante el problema, debe asumirse como una acción
colectiva para superar la pandemia. (Subsecretario de Derechos Humanos,
Población y Migración)
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