En la recta final
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
24 Enero 2017
Estamos
a ocho días de que la Ciudad de México cuente con su primera Constitución
Política y pese al escepticismo y el descrédito alentado sobre este proceso,
incluso por algunos de los integrantes de la Asamblea Constituyente, habrá una
Constitución progresista e innovadora.
Al
cierre de estas notas se han aprobado 56 artículos, y más de mil numerales e
incisos del proyecto presentado el 15 de septiembre, que representan el 73 por
ciento del total, y durante los próximos días deberá resolverse lo restante.
Más
allá de la estadística, vale la pena destacar algunos de los aspectos
relevantes de este proceso:
Cierra
el largo ciclo de debates, iniciado hace 193 años con la primera Constitución
del México independiente en 1824, respecto al reconocimiento de la Ciudad de
México como una entidad integrante de la federación, que, bajo el argumento de
la inconveniencia de que dos órdenes de gobierno distintos -el federal y el
local- coexistieran en el mismo territorio, se confrontaron dos visiones
distintas de país entre centralistas contra federalistas, conservadores contra
liberales, respecto a la descentralización del poder público y el
fortalecimiento de los gobiernos locales. La Constitución de la Ciudad de
México avanza en dirimir justamente ambos dilemas.
Se
trata de un Constituyente sin precedente. Las generaciones actuales no
conocimos el constituyente de 1917; algunas conocimos cuando en 1974 se
erigieron los estados de Baja California Sur y Quintana Roo, y sus
constituciones se redactaron bajo la tutela del partido hegemónico y el
presidencialismo absoluto.
El
de la Ciudad de México se enmarca en un contexto distinto se trata de una
Asamblea que da cuenta de la pluralidad política y el desarrollo de la cultura
cívica en la capital del país, que tendrá como sellos distintivos: ser el
primer congreso que se integra con una mayoría política de las izquierdas, que
ha implementado prácticas del debate parlamentario distintas a la disciplina
partidaria tradicional. Así, se estableció el parlamento abierto, y cientos de
ciudadanos promovieron iniciativas y participaron en audiencia públicas
impulsando sus propuestas. Asimismo, tuvo lugar la primera consulta a nivel
mundial a los pueblos, barrios originarios y comunidades indígenas residentes,
de acuerdo con la declaración de Naciones Unidas.
La
Constitución integrará además la reforma de 2011 que elevó a rango
constitucional los derechos humanos de todas las personas, así como los
tratados internacionales suscritos por el gobierno mexicano en la materia. El
derecho al libre desarrollo de la personalidad y el derecho a la ciudad,
asumiendo que la ciudad es de sus habitantes quienes tienen el derecho
inalienable a su uso y disfrute, estableciendo mecanismos para su exigibilidad
y justiciabilidad. Amplia los derechos sociales y civiles, desde el derecho a
un ingreso mínimo vital para sus habitantes, el derecho al matrimonio
igualitario y el derecho a una muerte digna. Establece los deberes de los
ciudadanos, incluido la protección de los animales como seres sintientes, y
propone nuevas modalidades del ejercicio del buen gobierno, la planeación de la
ciudad asumiendo al territorio como eje articulador de las políticas públicas.
Termina
con el último vestigio del DDF: las delegaciones políticas, creando las
alcaldías, así como nuevas formas de democracia participativa y de gestión
metropolitana, transformando además al poder intocado: al Poder Judicial.
Pero
al igual que en el pasado, en la Asamblea Constituyente se confrontaron
nuevamente dos visiones sobre la ciudad y el país al que aspiramos. Entre otras
la prevalencia del interés público sobre el privado; la descentralización del
poder público; el fortalecimiento de la democracia participativa; las
libertades públicas y los derechos privados; la regulación del mercado, en
especial del capital inmobiliario, el establecimiento de un Estado con
responsabilidad social, sin vuelta al pasado del Estado paternalista y
autoritario. Un Estado que promueva crecimiento económico para el desarrollo,
que permita abatir la pobreza y la desigualdad. (Diputado Constituyente)
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