2017: de mal en peor
Alejandro
Encinas Rodríguez
El Universal
27 de diciembre
2016
Mal
y de malas termina 2016. Los espectaculares avances anunciados para la
economía, el empleo y el bienestar de los mexicanos, a la sombra de las
reformas estructurales, nunca llegaron.
La inflación al cierre de 2016
rondará el cuatro por ciento, mientras el crecimiento económico será menor al
dos por ciento, haciendo polvo el incremento de cuatro pesos diarios al salario
mínimo que entrará en vigor el 1º de Enero, a lo que se sumará, el alza en el
precio de las gasolinas, que llevará a la Magna a poco más de 16 pesos por litro y a la Premium a 17
pesos, lo que tendrá un efecto demoledor en la economía familiar.
La depreciación del peso frente al
dólar mantiene una caída sostenida. Al momento de escribir estas líneas el
dólar se vende a 20.92 pesos. La pregunta que debemos hacer a Peña Nieto es:
¿Dónde se encuentran la prosperidad anunciada, el incremento en las inversiones
y en el empleo? ¿Acaso no afirmó que la reforma energética sería portadora de
beneficios y que la apertura del mercado de gasolinas permitiría bajar sus
precios? Mintió y malbarató el patrimonio nacional y ahora, de nueva cuenta,
justificará esta situación diciendo que se trata de un fenómeno global y
coyuntural derivado del alza sostenida en el costo de la gasolina en Estados
Unidos, de donde se importa la mitad del combustible que consume México.
Así las cosas, el escenario para 2017
se presenta desalentador ante nuevas adversidades. El arribo de Trump a la Casa
Blanca encontrará un gobierno omiso y confundido, que actuó de manera errática
en momentos en que este personaje colocó en el eje de su discurso el odio y
desprecio contra los mexicanos que residen en su país. La respuesta fue y sigue
siendo inocua: “no podemos intervenir en la elecciones de otro país” se dijo
entonces. “Hay que tomar las cosas con calma, a ver qué pasa” se afirma ahora,
cuando está en marcha la implementación de un nuevo ciclo en la vida del
imperio, que al margen del muro fronterizo o de la revisión del TLC, promueve
un nacionalismo rancio que, contra los valores de la democracia liberal que
caracterizó a ese país tras los movimientos civiles en contra del racismo y la
guerra en Vietnam durante los años sesenta, retoma la farsa de la supremacía blanca
e inventa su nueva amenaza: los migrantes.
Dejando atrás la omisión, el gobierno
mexicano debería emprender una nueva e intensa labor diplomática. Apoyar a las
organizaciones de los mexicanos en el exterior; fortalecer la actividad
consular; retomar la iniciativa de la Conferencia Binacional de Gobernadores
Fronterizos y, en particular, prepararse para enfrentar la difícil situación
que se anuncia en las fronteras norte y sur del país, incrementarán su nivel de
conflicto.
2017 anuncia además nuevas tensiones
políticas. La creación de un marco legal para permitir a las fuerzas armadas
actuar en asuntos de seguridad pública, pretende crear un Estado de
excepción, otorgando facultades meta constitucionales a las fuerzas
armadas, mostrando una vez más que la única institución fuerte en un Estado
débil, es el ejército.
Las elecciones locales del próximo
año, en especial la del Estado de México, serán determinantes en la sucesión
presidencial, y como lo hemos visto ya, los gobiernos federal y local, harán
todo cuanto sea necesario para mantener el dominio priista en la entidad de
donde es originario el grupo político en el poder. El dinero, la cooptación, la
compra de conciencias y las amenazas acreditadas en el pasado, serán peccata minuta ante lo que se avecina.
Una luz esperanzadora es lograr que
la Ciudad de México cuente con su primera Constitución, la que tendrá como
rasgo distintivo, a contrapelo de lo que sucede con nuestro agreste vecino, que
la Ciudad se asuma como un espacio intercultural, plurilingüe,
pluriétnico y pluricultural. Fundado en la diversidad de sus tradiciones y
expresiones sociales y culturales. Ciudad de tránsito, destino y retorno de
migrantes y desplazados, ciudad de refugio y asilo político, donde el respeto a los derechos humanos garantiza la igualdad sustantiva entre las
personas, y se prohíbe toda forma de discriminación que atente contra la
dignidad humana o restrinja los derechos de las personas, como la misoginia, la
xenofobia, la segregación racial, el antisemitismo, la islamofobia y toda forma
de intolerancia. Entendiendo que, como señalara Carlos Fuentes, “una nación no
es su poder sino su cultura”. (Diputado Constituyente)
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