Auditorio Nacional, México, D.F. 19 de abril de 2009
Compañeras y compañeros
El día de hoy entramos de lleno a la campaña electoral para renovar la Cámara de Diputados y diversos órganos de gobierno locales.
Esta campaña se enmarca en la crisis económica y política más profunda que haya enfrentado nuestro país en su historia reciente.
La crisis hipotecaria en EU arrastró al sistema financiero global, causando una profunda recesión que no sólo colapsó las bolsas de valores generando especulación, inflación e incertidumbre en el empleo, sino que ha evidenciado el fracaso del modelo neoliberal y que es necesario cambiar el modelo económico hasta ahora implementado y redefinir el papel regulador del Estado en la economía.
En los últimos años, Felipe Calderón y sus aliados centraron su discurso en el propósito de crear una percepción de confianza, señalando que no se lanzarían a aventuras ni se harían transformaciones que pusieran en riesgo la estabilidad económica del país. Que su alianza con la iniciativa privada daría continuidad al modelo seguido y estaría acompañada de inversión, empleo y desarrollo.
Ésta no es una posición novedosa. A lo largo de las últimas décadas, la tecnocracia neoliberal incubó la falsa ilusión de que la apertura comercial y el libre mercado conducirían a nuestro país al primer mundo, a épocas de bonanza en la economía, los negocios y en la calidad de vida.
La fiebre neoliberal invadió todos los espacios del poder público. Había que acabar —decían— con años de paternalismo y tutela estatal, que inhibieron la iniciativa productiva de los mexicanos, para dar cauce a una economía competitiva a la altura de las grandes potencias del mundo.
Así, el gobierno privatizó el patrimonio del país, y desmanteló los instrumentos del Estado para la regulación y fomento de la economía, lo que llevó a la quiebra a miles de negocios, al abandono del campo y a la pérdida de empleos.
Mientras la economía creció en promedio 2% anual entre 1982 y 2008, la Población Económicamente Activa superó los 26 millones de personas, y únicamente se generaron 8 millones de empleos, con lo que el déficit en el empleo formal ascendió a más de 18 millones de personas.
Este año, en medio de una recesión, la economía decrecerá en 3% lo que significará que al cierre de 2009 cerca de 2 millones y medio de mexicanos se encontrarán en el desempleo.
Los salarios se pagan por debajo de su valor. El salario mínimo, que había alcanzado su máximo histórico en 1976, suma una disminución del 82% de su poder adquisitivo.
En 1982 con un salario mínimo se podrían comprar 27 kilos de tortilla, hoy sólo alcanza para 6 kilos y medio; se podían adquirir 12 kilos de frijol y hoy alcanza sólo para 5 kilos.
A ello se suma la desmedida concentración del ingreso en un pequeño grupo de corporaciones. De acuerdo con Naciones Unidas, México registra una de las mayores desigualdades en el mundo, donde el 10% de la población más pobre del país percibe 1.1% del ingreso total, mientras que 10% de los habitantes más acomodados concentra el 40% de los ingresos. La concentración del ingreso es descomunal. Tan sólo 10 familias acumulan el 10% del ingreso nacional, 96 mil millones de dólares.
24 millones de personas en Estados Unidos son de origen mexicano. Las remesas que envían son la segunda fuente de ingreso del país (más de 20 mil millones de dólares anuales). Los pobres financian a los más pobres y dan soporte a la economía: 86% de las remesas se destinan a la manutención de las familias.
México depende crecientemente de las importaciones de alimentos derivado del abandono del campo. En 2008 se importó el 42% de los alimentos que se consumen el país, lo que significó en los dos últimos años, que las importaciones agroalimentarias alcanzaran la cifra récord de 40 mil millones de dólares.
La desigualdad y la pobreza en el país se profundizan: entre 2007 y 2008 la pobreza alimentaria aumentó en 4.3 millones de personas, alcanzando a 13.8 millones de mexicanos, mientras siete millones de mexicanos más se convirtieron en pobres patrimoniales.
Los jóvenes son los más afectados por esta crisis: 90% de los hijos de la población jornalera migrante no asiste a la escuela; 7 millones de jóvenes mexicanos no estudian ni trabajan; uno de cada seis niños menores de 12 años (3.3 millones) son socialmente excluidos y orillados a la pobreza y la desigualdad.
77% de las personas en edad de trabajar ha estudiado sólo la primaria o la secundaria. De cada 100 niños que ingresan a la primaria, sólo 41 concluyen la secundaria y sólo 14 terminan la educación superior. A la enorme mayoría de los jóvenes mexicanos no les queda otra alternativa que emigrar a Estados Unidos, mal vivir de la economía informal o tomar la vía de conductas antisociales.
A esto se suma la crítica situación política, la inseguridad y el clima de violencia que vive el país. A la falta de legitimidad de origen del actual gobierno de facto, se suma el debilitamiento de las instituciones públicas y el desmantelamiento del Estado de derecho, al permitir un gobierno de camarillas que para operar y mantener sus privilegios e intereses actuando con toda impunidad, ante un presidencialismo débil que añora las viejas prácticas del partido de Estado y fortalece sus alianzas con lo peor del pasado: el corrupto priísmo corporativo.
De ahí la importancia de la campaña electoral que iniciará el próximo 3 de mayo y de la necesidad de que en este contexto vayamos al debate político e ideológico y confrontemos nuestro proyecto alternativo de nación, sin ambigüedades.
La campaña electoral debe convertirse en un espacio para impulsar nuestro proyecto. El PRD debe diferenciarse claramente de los otros partidos, tomar iniciativas e impulsar los cambios que demanda el país.
Sería un error alentar la percepción en la sociedad de que todos los partidos somos igual y lo mismo. Por el contrario, nuestro partido debe ofrecer al elector una opción clara que se identifique como una alternativa frente a la derecha neoliberal que ha impulsado el modelo económico que ha llevado a la ruina a nuestro país.
La campaña electoral abre la posibilidad de impulsar nuevos paradigmas y alternativas. La izquierda requiere promover cambios que permitan rescatar al país desde la raíz de su vida comunitaria, vinculando su acción con los movimientos sociales, para desde ahí definir nuestra agenda en el parlamento.
La crisis obliga a adaptarse a la nueva situación, y el territorio es un nuevo protagonista en la creación del nuevo paradigma, no sólo para enfrentar la crisis y promover el desarrollo de la economía, sino para un ejercicio democrático distinto, que admita el desarrollo de comunidades fuertes y articuladas, que permitan la democratización de la vida pública y el desarrollo de una cultura que aliente la vida comunitaria; reconozca su diversidad, y refuerce las acciones por el bien vivir y la redistribución del ingreso.
Impulsar un trabajo legislativo con una visión integral implica abordar por lo menos los siguientes seis ejes:
1. La crisis económica y los problemas del desarrollo con equidad. Para ello es necesario promover iniciativas de ley que, además de atender la situación coyuntural de la crisis y la necesidad de un programa de emergencia, permita abordar aspectos fundamentales para el desarrollo del país. El Estado debe asumir su responsabilidad social y la rectoría de la economía para abatir los graves problemas de inequidad y pobreza que vive la mayoría de la población, proponiendo cambios en las políticas públicas que permitan la redistribución del ingreso, medidas fiscales equitativas, el fomento a la producción y abasto de alimentos, el desarrollo regional, el apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas, y una política social a favor de los grupos más desprotegidos.
2. Los problemas de seguridad pública y el combate al crimen organizado. Promoviendo iniciativas para enfrentar de manera integral acciones que, sin conculcar derechos y garantías de los ciudadanos, permitan la profesionalización de los cuerpos de seguridad, la prevención del delito, las tareas de investigación e inteligencia policial; así como el desarrollo de nuevos instrumentos para desmantelar el poder económico del crimen organizado, asumiendo que los problemas que se derivan del narcotráfico son asuntos que deben abordarse como asuntos de salud pública, falta de oportunidades y exclusión social que impide la inserción de los individuos en la sociedad.
3. La ampliación de las libertades democráticas y de los derechos y obligaciones de los ciudadanos. Promover acciones que fomenten el desarrollo de una cultura democrática con valores como la tolerancia, el respeto a la diversidad, el reconocimiento a los derechos de las minorías y el fortalecimiento de un sistema político que permita contar con instituciones electorales profesionales, imparciales y confiables, y la conformación de un verdadero sistema de partidos.
4. Impulsar la reforma del Estado. Promoviendo un nuevo federalismo basado en el equilibrio entre poderes; la descentralización del poder público y el fortalecimiento de los gobiernos locales y de la vida municipal; la Constitución Política del Distrito Federal, así como el ejercicio de una nueva generación de derechos ciudadanos que favorezcan el ejercicio de la de democracia directa y la construcción de ciudadanía.
5. Desarrollo sustentable y protección de los recursos naturales. Debemos incorporar la dimensión ambiental como un eje fundamental de nuestro trabajo legislativo. La izquierda debe abanderar la defensa del capital natural de nuestro país, promoviendo iniciativas y acciones que permitan revertir los daños ambientales derivados de la acción del hombre, proteger los recursos naturales existentes como base del desarrollo actual y futuro del país, haciendo un uso racional de los mismos para garantizar el desarrollo de las futuras generaciones.
6. Debate político y alianzas con la sociedad: Retomar uno de los rasgos distintivos de la izquierda que permitieron su arribo a la lucha parlamentaria: hacer de la Cámara de Diputados una espacio de debate público; una caja de resonancia de las preocupaciones de la sociedad, superando el divorcio que existe con el movimiento y las causas sociales; promoviendo un discurso y una visión desde la izquierda, que coadyuve en la conformación de un proyecto alternativo de nación y en la creación de una opción capaz de conducir los destinos del país.
Debemos proponernos alcanzar reformas y transformaciones sustantivas en la vida pública del país, y al mismo tiempo establecer una clara alianza con los movimientos que se dan desde la sociedad.
Por ello el debate no es sí se continua o no la vía de las reformas, pues ésta es la ruta que hemos elegido en nuestra lucha democrática. Pero debemos asumir que las grandes transformaciones que se han logrado en México han sido resultado de la lucha social. Que los partidos somos importantes para organizar a sectores de la sociedad y dar cauce a sus inquietudes, pero es insuficiente. Que la lucha electoral y parlamentaria son muy importantes, pero tienen limitaciones, y que los cambios profundos se logran a partir de posiciones y equilibrios de fuerza construidos desde la sociedad.
Para resumirlo en una frase: Necesitamos tanto parlamento como sea posible y tanta movilización como sea necesaria.
Para ello es indispensable la unidad de acción de la izquierda en la contienda electoral. Esta es la primera contienda después del despojo de que fuimos objeto en julio del 2006, y será el escenario de una disputa política frente a la derecha representada en el PAN y el PRI, que puede vincular nuestro quehacer electoral con los movimientos sociales, con una visión abierta y plural como corresponde a una izquierda democrática.
Es claro que tenemos diferencias al interior del partido. Éstas las he expresado y he defendido públicamente mis ideas. El momento político exige actuar con responsabilidad. Escalar la confrontación interna significa allanar el camino a la derecha. No podemos permitir un retroceso electoral de nuestro partido, el más importante de la izquierda mexicana. Nuestro adversario está claramente identificado, es la derecha autoritaria y conservadora representada por el PAN y el PRI, que han conducido a la ruina a nuestro país.
Tenemos una agenda interna de discusión que con toda seguridad retomaremos después de la elección para renovar a nuestro partido, en la que debatiremos nuestra estrategia y táctica políticas; nuestra democracia y legalidad interna; el vinculo del partido con el movimiento social; el papel de las corrientes y los mecanismos de elección de dirigentes y candidatos. Ya será momento de discutir estos temas, hoy la prioridad es posicionar a nuestro partido en la elección y en el Congreso.
Por eso, quienes rendimos protesta este día debemos recuperar el perfil ideológico de nuestro partido. No perder rumbo. Comprometernos a enarbolar una agenda legislativa que atienda las demandas y promueva reformas en beneficio de la sociedad con una clara posición de izquierda. Mantener el compromiso de austeridad, transparencia y vinculación con las causas sociales en la campaña; ejercer plenamente las facultades legislativas; asumir el trabajo legislativo como un medio, un instrumento al servicio de las causas sociales y, hacer de la Cámara de Diputados un espacio para la confrontación de ideas y proyectos con independencia y autonomía de los poderes fácticos.
Asumamos estos compromisos y hagamos valer el objetivo que nos dio origen:
“Democracia ya, patria para todos”