Construir la paz demanda justicia
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
21 agosto de 2018
La
construcción de un proceso de paz y reconciliación en nuestro país requerirá de
un enorme esfuerzo político y social para restituir las responsabilidades e
instituciones básicas del Estado.
Es
necesario dar un giro profundo en lo que hasta ahora se ha realizado, y edificar
un nuevo paradigma en las estrategias para enfrentar la violencia y la inseguridad
que asolan a nuestro país, así como remontar la descomposición de las
instituciones públicas corroídas por la corrupción, los abusos y la
incompetencia; lo que ha conducido a la crisis humanitaria que enfrentamos.
Se
requiere de un nuevo arreglo que asuma la seguridad desde la perspectiva de los
derechos humanos y la garantía de justicia, con el objetivo de crear las
condiciones para que las personas puedan vivir emancipadas de las amenazas
generadas por el delito, el abuso o la omisión de la autoridad.
El
nuevo modelo debe dejar atrás la añeja noción de la existencia de un brazo
represivo del Estado para garantizar el orden público, para dar cauce a un
Estado democrático de Derecho que emprenda las tareas de seguridad como una
condición para garantizar los derechos humanos de las personas, y alcanzar el n
superior de la democracia: asegurar que las personas convivan en paz.
Hasta
ahora, bajo el enfoque tradicional, las instituciones del Estado responsables
de la seguridad funcionan como un mecanismo de poder, operando al margen e
incluso en contrasentido de la sociedad, de ahí su fracaso, ya que la seguridad
de las personas se ha reducido a la lucha contra el crimen o la preservación de
las instituciones que han sido incapaces de garantizar su protección, cuando es
necesaria la creación colectiva de un ambiente propicio para la convivencia
pacífica.
La
seguridad debe entenderse como un bien público, como la salvaguarda eficaz de
los derechos inherentes a la persona: el derecho a la vida, a la integridad
personal, a la protección de su patrimonio, la inviolabilidad de su domicilio y
de sus comunicaciones. Por lo que los ciudadanos deben participar en las
labores de prevención y control de los factores que generan la violencia para
permitir una coexistencia segura.
Se
trata no solo de reducir los delitos, sino de mejorar la calidad de vida de la
población a partir de una acción comunitaria para prevenir la criminalidad;
garantizar el acceso a un sistema de justicia que impida la impunidad, y de
contar con un sistema educativo sustentado en valores éticos, como el respeto a
la ley y la tolerancia.
De
manera particular, la construcción de un nuevo paradigma debe dar respuesta a
la violencia y los agravios de que han sido objeto decenas de miles de víctimas
por particulares y por el propio Estado, atendiendo el derecho de las personas
a la memoria y la verdad, la justicia, la reparación del daño y la garantía de
no repetición.
Las
tareas para la pacificación trascienden, en mucho, los asuntos vinculados a los
temas de seguridad y combate al delito. Construir la paz para alcanzar la
reconciliación entre los mexicanos debe tener como punto de partida poner como
prioridad a las víctimas y su derecho a la justicia. Que no queden impunes los
agravios que, durante las últimas décadas, han sacudido su vida y la del país,
lo cual no será nada fácil.
La
esperanza ha emergido de las urnas; sin embargo, el viejo régimen subsiste, por
lo que para transformarlo se requiere desarrollar formas eficientes de
gobernanza, nuevas mediaciones con la sociedad, crear los instrumentos que
permitan generar confianza en el nuevo gobierno, y esclarecer y castigar las
atrocidades que han agraviado los derechos humanos en nuestro país.
Senador
de la República
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