20
JULIO 2023
Revolución y democracia
No es
menor decir que prácticamente en todos los países de nuestra América existió
algún movimiento político armado que buscara la toma del poder
ALEJANDRO
ENCINAS| 20/07/2021
El
temblor de 1972 que destruyó la ciudad de Managua, al igual que el sismo de
1985 en México, fue determinante para la caída de la dictadura somocista. Estos
fenómenos naturales hicieron evidentes las grietas estructurales de la
desigualdad y la necesidad de un cambio político encaminado a la justicia
social.
Sin
duda, la lucha por la democracia en América Latina tiene múltiples
interpretaciones históricas, pero un elemento insoslayable es el de los
movimientos revolucionarios que lucharon por la vía armada contra las
dictaduras militares impuestas en nuestro continente. No es menor decir que
prácticamente en todos los países de nuestra América existió algún movimiento
político armado que buscara la toma del poder.
En
esta historia, la revolución sandinista fue inspiración y ejemplo. Si bien en
los años sesenta el referente más importante fue la revolución cubana, la
juventud revolucionaria de los setenta y ochenta centró su atención en la lucha
del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Su trascendencia radica en la
profunda transformación política, cultural y social que permeó en la sociedad,
con gran influencia de la teología de la liberación. Las expresiones culturales
del sandinismo desde esta perspectiva construyeron una mirada de hermandad y
generosidad cristiana desde un ámbito político que hizo partícipes a los
imaginarios políticos de la sociedad y las cosmovisiones de las comunidades,
como lo recuerda Ernesto Cardenal en diversos textos.
La
participación política de las mujeres en espacios de toma de decisiones
estratégicas removió el machismo imperante en las milicias revolucionarias. Tal
como lo recuerda Cardenal en sus memorias: “La revolución inició un proceso de
superación del machismo. La proporción de las mujeres en el gobierno, en el
partido y en el ejército fue mayor que en ningún otro país del mundo,
incluyendo Cuba”.
Un
ejemplo extraordinario es el papel de Dora María Téllez, quien, a sus 22 años,
fue pieza clave en la estrategia militar para el triunfo de la revolución
sandinista al liberar la ciudad de Managua de la Guardia Nacional y con la toma
del Palacio Nacional, el 19 de julio de 1979. Posteriormente, dentro del
gobierno fue ministra de Salud, donde dictó una política de salud colectiva que
entre otras cosas logró —gracias a la participación popular— erradicar la polio
en Nicaragua.
Con la
democratización de América Latina las estrategias del cambio se transformaron.
Pese al asedio político y militar al que se enfrentó la revolución sandinista,
ésta logró avances considerables: el analfabetismo disminuyó de 50 a 12 por
ciento, se incentivó la cultura con la participación intelectuales como Julio
Cortázar, Sergio Ramírez, Gioconda Belli o Ernesto Cardenal. Fue el primer país
que puso a discusión los problemas étnicos en los estados nacionales con el
tema de los miskitos, lo que impulsó el debate sobre la autonomía de las
comunidades indígenas en la constitución nicaragüense.
El
proceso de la lucha sandinista ha tenido muchos altibajos, pero no puede tirar
por la borda su triunfo más importante: la instauración de la democracia. La
derrota de la dictadura militar de Somoza le brindó a este país y a América
Latina la esperanza de la transformación política, económica y social. En la
arena política, duró 11 años en el poder y aceptó la transición política que le
permitiera madurar sus errores y dar un impulso al sandinismo democrático.
De ahí
que preocupe a quienes acompañamos el proceso nicaragüense, ver que la obsesión
por el poder hace tirar por la borda los avances y la vocación democrática del
sandinismo. El gobierno nicaragüense tiene la obligación de preservar el legado
democrático de la revolución. Los derechos humanos y los derechos políticos de
todas las personas deben estar garantizados. Debe liberarse al menos a 136
personas, detenidas por causas políticas de acuerdo con un informe hecho llegar
a la CIDH, incluyendo a personajes como Dora María Téllez y Hugo Torres
(dirigentes históricos del sandinismo), así como a quienes pretenden disputar
el gobierno nacional en las próximas elecciones. A los adversarios se les
derrota en las urnas, no en las mazmorras.
Hay
quienes sostienen que las transiciones en el poder pueden llevar a la pérdida
de las conquistas de los procesos revolucionarios. Si bien ha habido
innumerables intentos por revertirlos, la sociedad es la mejor posicionada para
defenderlos. La lucha política en la actualidad tiene su mayor fortaleza en la
inclusión, en repensar permanentemente la noción de democracia, de lucha contra
la desigualdad, y del papel del Estado y de la sociedad en un régimen de
libertades, lo que permite que los procesos revolucionarios no terminen
convirtiéndose en el mismo verdugo que combatieron.
Subsecretario
de Derechos Humanos, Población y Migración
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