El canciller no
tiene quien le enseñe
Alejandro Encinas Rodríguez
El Universal
Martes, 27 Junio 2017
Como un fuerte revés diplomático, por decir lo menos, ha sido
considerada la fallida reunión de la OEA auspiciada la semana pasada por el
gobierno mexicano en Cancún. El fracaso de dicha reunión, ha confirmado que
nuestro país carece de una política exterior, que se han abandonado los
principios de no intervención y el respeto a la autodeterminación de los
pueblos, que durante décadas contrastaron con la política intervencionista de
los Estados Unidos, que concibe a América Latina y el Caribe, como su patio
trasero.
Se trata de una secuela del “comes y te vas” de Vicente Fox, al
condicionar a Fidel Castro su presencia en la Cumbre de las Américas (2002),
así como de la actitud militante de Felipe Calderón, para quien la política
exterior se circunscribió a fortalecer sus alianzas con las derechas en el
mundo.
El novel canciller mexicano, cuya irrupción en la diplomacia fue invitar
al candidato Donald Trump a Los Pinos, apostó a fortalecer su cercanía con el
gobierno estadounidense, impulsando una resolución que buscaba condenar las
prácticas antidemocráticas y la violación de los derechos humanos del régimen
de Nicolás Maduro, exigiendo la libertad de los presos políticos y llamando a
enfrentar la crisis humanitaria que atraviesa Venezuela, dando cuenta de un
singularcinismo, cuando ante el secretario general de la OEA se denunciaron las
prácticas fraudulentas en las elecciones del Estado de México y en Coahuila;
cuando más de una decena de exgobernadores enfrentan o eluden la justicia por
corrupción; cuando en nuestro paísse asesina a periodistas, se espía a
opositores y a defensores de derechos humanos; cuando nuestro territoriose ha
convertido en una enorme fosa clandestina; dónde suman más de 30 mil los
desaparecidos, y donde la violencia delictiva y la criminalización de los
migrantes centroamericanos han conducido a una profunda crisis humanitaria.
La tecnocracia gubernamental ha insistido en que México no debe mantener
una política exterior regida en “principios obsoletos” y que es necesario
asumir definiciones ante los problemas que enfrentan distintas naciones, para
justificar la subordinación de su política exterior a los intereses
estadounidenses. Se trata de un argumento falaz. La no intervención en los
asuntos internos de otros países y el derecho a la autodeterminación de los
pueblos no implica indefinición cuando se vulneran derechos humanos o los
principios democráticos en algún país.
Ejemplos hay muchos. Basta recordar la ruptura de relaciones con España,
el establecimiento de la sede del gobierno republicano en la Ciudad de México y
la acogida al exilio español durante la dictadura de Francisco Franco. La
ruptura de relaciones con las dictaduras sudamericanas y el asilo otorgado por
el gobierno mexicano a decenas de perseguidos políticos de Argentina, Brasil,
Chile y Uruguay, entre otros países, en los años setenta, o la mediación de la
diplomacia mexicana entre el Gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo
Martí para alcanzar el Acuerdo de Paz de Chapultepec en 1992 que puso fin a la
guerra civil en ese país.
Por donde se vea, la diplomacia mexicana ha sufrido un fuerte revés. El
desaire del gobierno norteamericano, con quien se pretendía congraciar
promoviendo una resolución contra el gobierno venezolano, al enviar a un
subsecretario. La falta de oficio al presentar un proyecto de resolución que no
contaba con los votos necesarios para su aprobación; hasta la acusación de la
canciller venezolana durante las sesiones, refrendada por Trump posteriormente
para mala fortuna del gobierno mexicano y su canciller, de que México es el
segundo país más violento del mundo, confirman el desatino y fracaso de una
reunión que pone en evidencia al endeble gobierno mexicano.
Bien haría el gobierno de Peñas Nieto en encarar los profundos problemas
de nuestro país y no pretender distraer la atención pública buscando la paja en
el ojo ajeno. Un buen inicio sería atender la declaración del General Salvador
Cienfuegos, Secretario de la Defensa Nacional, quien señaló durante la
inauguración del taller Obligaciones y Responsabilidades bajo el Sistema
Nacional Anticorrupción, que: la corrupción y la impunidad se han convertido en
un “complejo fenómeno que ha dañado nuestra democracia, nuestra economía,
profundizando la desigualdad e incrementado la violencia”.
Aunque debo reconocer que en algo le asiste la razón al canciller,
cuando al asumir el cargo reconoció que no tenía conocimiento de la Cancillería
ni experiencia diplomática, que venía a aprender. Lamentablemente el aprendiz
no ha aprendido y toda parece indicar que en este gobierno no hay quien le
enseñe. (Senador de la República)
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